Nuestro espíritu

La espiritualidad benedictina

¿Qué espiritualidad?

“Tomando por guía el Evangelio”. 

R.B. Pról. 21

Si lo tuviéramos que resumir en dos palabras:

Una espiritualidad bíblica y litúrgica

La Palabra de Dios y la Liturgia

Oración ante el Santísimo en la capilla del Sagrario

Dos coordenadas de la espiritualidad monástica; la fuente de vida espiritual en la monja no es otra que el camino del Evangelio. Cada acto de su vida quiere ser una respuesta a la Palabra de Dios, hundiendo sus raíces en ella. Toda la mentalidad de la monja se forja en la Palabra, de modo que la armonía de los diversos elementos de nuestra espiritualidad, es la que encontramos en la Sagrada Escritura.

Ya desde el prólogo de la Regla, san Benito presenta al mismo Dios dirigiéndose al monje con el salmo ··: “¿Quién es el hombre que desea la vida y quiere disfrutar días felices?” san Benito concibe la vocación monástica como una interpelación personal de Dios a través de su Palabra. Por este motivo, la misión de la monja es responder a la invitación divina; pero, sólo quien está atenta puede escuchar su voz: “¿Qué cosa más dulce para nosotros que esta voz del Señor que nos invita? Tanta es la bondad de Dios que El mismo nos muestra el camino de la vida”. (R.B. Pról. 19,20)

Seguir el Evangelio no es sólo una invitación sino un programa de vida espiritual; es el gran principio que informa y educa nuestra vida monástica. Por eso, no sorprende que en la Regla de san Benito sean muy numerosas las referencias bíblicas. El uso de la Palabra de Dios no es algo estudiado, sino que brota espontáneamente de un espíritu que se ha empapado en ella y se expresa con naturalidad en su propio lenguaje. Por ello la Palabra de Dios es el espejo donde la monja ve reflejada su propia historia de salvación.

Si bien esta “Lectio Divina” de la Palabra inspira el alma y el pensamiento de la monja, hay que añadir que la hace vida, días tras día, en la liturgia monástica. Biblia y Liturgia son inseparables; sólo en la Biblia descubre la Liturgia su mensaje y únicamente en la Liturgia, la Biblia es fuente de vida.

El Oficio Divino en el corazón de la comunidad

En la Regla de san Benito existen dos breves fórmulas paralelas que describen el ideal de la monja, que expresan lo esencial en pocas palabras: 

“No anteponer nada al amor de Cristo” (R.B. 4 y 72).

“No anteponer nada a la Obra de Dios” (R.B. 43)

El Oficio Divino viene a ser como la respiración de toda la comunidad. Podríamos decir que el Oficio Divino es para san Benito el lugar donde la comunidad se manifiesta y consolida su identidad como cuerpo vivo de Cristo.

El lugar donde la comunidad se construye sobre la sólida piedra que es Cristo. El camino de la monja es, en realidad, el camino de la Liturgia, de la celebración del Misterio de Cristo, de la incorporación personal y comunitaria a ese Misterio.

La comunidad, atenta a la Palabra, reunida en la Eucaristía, sostenida por el canto de los salmos, se deja “evangelizar”. Celebrar es entrar con todo el ser en la Pascua del Señor. Existe una unión estrechísima entre conversión y Liturgia. 

La búsqueda amorosa de Dios se realiza a lo largo de toda la jornada. Laudes y Vísperas son los momentos claves del día; el Oficio de Lecturas o Maitines reviste una importancia especial por su naturaleza más contemplativa; las Horas menores desempeñan un papel importante a lo largo de la jornada. El tiempo cronológico se hace cristológico. “El Oficio Divino es un tesoro de espiritualidad” (S.C. 84-85).

El lugar dónde la comunidad se da.

Encuentro de contemplativas de Navarra en el Monasterio

El Oficio Divino en comunidad es el primer lugar de su ministerio. Estando ahí, la comunidad se hace icono de la Iglesia fraterna y orante. Desde ahí, a quien pasa el umbral, le surge la pregunta. 

-“Señor, ¿dónde vives?

-Venid y lo veréis”.