CRÓNICA DE LOS 5O AÑOS DEL MONASTERIO DE SAN BENITO DE ESTELLA

Cinco décadas. Medio centenar de años y aquí sigo. Una transición, la aparición de internet, una pandemia mundial. Todo ello en tan solo 50 años. Con motivo del aniversario echo la vista atrás y se me vienen recuerdos de todo tipo. Aunque yo estaba por aquí antes que ellas. Soy del año 1958 y fui construido con la misión de ser una casa de ejercicios espirituales, pero mi relación con ellas comenzó unos años más tarde, concretamente en el año 1971. Empezamos a conocernos dos años antes, cuando vinieron a visitarme, creo que fue “amor a primera vista”.

Estoy situado en un montículo desde el que se divisa toda la ciudad de Estella, incluso se ven otros pueblos. Entre ellos se distingue con nitidez el que fuera uno de los monasterios benedictinos más famosos en nuestro enclave: el Monasterio de Irache.

Las hermanas venían de un convento que estaba en muy mal estado, y con mi localización  y además  al estar “más cerca del cielo”, no tengo duda de que las cautivé. Ni qué decir cuando se dieron cuenta de que vivirían a la sombra de la Virgen del Puy. Bajo su amparo y con su estrella.

Su ex-convento lo prestaron para colonias y campamentos de verano. Durante el primer curso y dada la situación precaria del colegio nacional comarcal, cedieron sus locales para el mismo.

Todavía recuerdo la primera visita de las monjas benedictinas. Vinieron varias de ellas con cestas de comida y con el traje de faena para ponerme a punto lo antes posible. Las subía hasta aquí un vecino y amigo en una camioneta por aquel entonces. A la 1 de la tarde rezaban su Hora Intermedia y me dejaban a las 6 de la tarde hasta el día siguiente que volvían para ponerme guapo. Así un día y otro día…

Algunas de las hermanas en el antiguo monasterio, en el año 1970. Un año antes de cambiar el hábito y de subir al actual emplazamiento.

Aunque, ya que hablamos de mudanza, el producto estrella fue el órgano. Por un momento pensé que era el mismo “Sansón” el que estaba bajo el hábito. Más de 50 kilos de tubos y música que bajo ningún concepto podían dañarse y el cuerpo de la hermana que los protegió, perfectamente colocados, para que no se movieran ni un ápice de la camioneta. Una aventura que acabó con el órgano aterrizando en el monasterio sano y salvo.  

Después de la intervención heroica y de traer cajas y cajas, el último objeto que subieron fue el sagrario. Mucha emoción y gratitud en aquella hora. Aquel día al cerrarse la puerta se abría una nueva etapa, llena de retos y de confianza en Dios. Habían conseguido acabar la mudanza al completo. Era la fecha en la que emprendían conmigo una nueva etapa. Y yo encantado de acompañarlas.

Los primeros años de las hermanas, aquí arriba, los recuerdo de mucho trabajo. Siguiendo el lema de su regla “Ora et Labora” no dejaron de trabajar intensamente, había ganas y mucho espíritu de emprendimiento, aunque, por supuesto, sin descuidar ni un ápice la otra parte del lema, que es su razón de ser: la oración.

Venían de abajo colaborando con la editorial Salvat y llegaron a ser un elemento muy importante de la empresa. Pero ya saben que el camino del emprendimiento nunca es fácil, y prefirieron retirarse de la misma, ante algunas dificultades o malestar por parte de otros trabajadores.

La escuela de oficialía en aquel año despuntó con los cursos de estudios y pidieron hacer de mí una residencia de chicas. Venían de pueblos de alrededores y no tenían donde quedarse ya que las clases eran por la mañana y por la tarde, y finalizaban en un horario casi nocturno. 33 monjas y alrededor de 70 estudiantes estuvieron un largo tiempo conviviendo en mi recinto. Cada habitación podía albergar entre dos y tres literas. Se podría decir que en tan solo dos años habrían montado Amazon y Airbnb con las dos aventuras empresariales a las que se lanzaron. Y nosotros sin enterarnos. Pero las estudiantes acabaron los grados y había que seguir buscando soluciones.

Los nombres manuscritos de las 33 monjas que hace 50 años se trasladaron a este Monasterio

Se lanzaron en el mundo textil de la mano de la empresa que hoy en día es Egatex. Se puede decir que nació con ellas y fue creciendo en toda su evolución, junto a las hermanas. Muchos años, muchas experiencias, mucha gratitud, juntos.

Así llegamos a nuestras bodas de plata. Que día pasamos. 14 de septiembre de 1996. Invitaron todas a sus familiares y amigos y una vez finalizó la celebración de la Eucaristía fue jornada de puertas abiertas. Me mostraron a todos los que quisieron pasar a conocerme de manera más íntima. Habitaciones, salas de reunión, todos los sitios que se puedan imaginar. Finalizó con una gran merienda en la que brindamos como mínimo, por otros 25 más. Y aquí están. Se han hecho un poco de rogar, pero todo lo bueno llega.  

Ahora, en la actualidad, queda poco de aquella época. El recuerdo de personas que lo han dado todo por verme crecer y ser cada día más grande. Alguna boda, algunos bautizos, aniversarios…. ¡si yo contará todo lo que han vivido estas paredes! Desde luego todos recuerdos bonitos que quedarán para siempre en el corazón y la memoria de los que pudimos vivirlos.

Desde hace tiempo, y siguiendo también la Regla de San Benito: “A todos los huéspedes que llegan al Monasterio recíbaseles como al mismo Cristo”, lo que había sido residencia estudiantil se ha transformado en hospedería abierta a todos aquellos que deseen un encuentro con el Señor, unos días de retiro, personal o en grupo.

La verdad es que, actualmente, son muchos peregrinos del camino de Santiago, los que se alojan entre mis muros. Y yo mismo quedo sorprendido de cómo sigue cautivando y llenando de paz, a todo el que se acerca aquí, esa simbiosis entre mi enclave y el espíritu de mis monjas.

Fotografía tomada en Mayo de 2022, el día de la elección de nuestra M. Abadesa: Sentadas, de izqda. a dcha:  Sor Esperanza Abinzano, M. Amparo Larrea, Sor Ana María Seminario y Sor Rosario Apestegui. De pié, de izqda. a dcha.: Sor Visitación Valencia, Sor María Paula Sacristán, Sor María Pía Chukwuanu, M. Rosario Puerta (Abadesa del Monasterio de Cuenca), M. María Teresa Pérez (Abadesa de nuestra Comunidad), M. Rosario del Camino (Abadesa del Monasterio de Oviedo), Sor Emilia Valdés y Sor María Agustina Umennaka.
Siete de las hermanas son las que nos narran lo vivido en el traslado al Monasterio actual, en Septiembre de 1971

Os espero, como siempre, a todos los que queráis visitarme. Me van saliendo canas, pero me conservo bien. No sé cuanto tiempo estaré aquí en Estella de la mano de mis queridas benedictinas, eso solo Dios lo sabe, quizás otros 50 años más?.

En cualquier caso lo que está claro es que sea cual sea mi destino en el futuro, siempre va a estar marcado por esta etapa tan hermosa de mi vida. Siempre seré el monasterio de las benedictinas de Estella, y nadie podrá negar que este lugar tiene algo especial: paz, amor, inspiración, acogida, bendición.  

Sólo decir que ha sido un placer compartir con vosotras 50 años de vida, de oración, de alegría. Os quiero y os abrazo entre mis muros.

Atentamente, con mucho cariño,

Vuestro Monasterio de San Benito