TERCERA PARTE

DIFUSIÓN DE LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES. VIAJES MISIONEROS DE SAN PABLO

 

VIII. PRIMER VIAJE APOSTÓLICO DE SAN PABLO

Hch 13

Designación de San Pablo y de San Bernabé

    1En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé y Simón, que era llamado el Negro, Lucio, el de Cirene, y Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. 2Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo:

-Separadme a Bernabé y Saulo para la obra que les he destinado.

    3Y después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.

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En Chipre

    4Entonces ellos, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron rumbo a Chipre. 5Al llegar a Salamina se pusieron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían a Juan como colaborador. 6Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a un mago, falso profeta judío, que se llamaba Barjesús, 7que estaba con el procónsul Sergio Pablo, hombre prudente. Éste hizo llamar a Bernabé y a Saulo con el deseo de oír la palabra de Dios; 8pero el mago Elimas -que así se traduce su nombre- se les oponía, intentando apartar de la fe al procónsul. 9Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo y mirándolo fijamente, 10le dijo:

-¡Tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11La mano del Señor va a caer sobre ti y te vas a quedar ciego sin ver el sol hasta el tiempo señalado.

    Al momento la niebla y la oscuridad le rodearon y se puso a dar vueltas buscando alguien que le llevara de la mano. 12Al ver lo sucedido, el procónsul creyó, admirado de la doctrina del Señor.

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Paso al Asia Menor

    13Pablo y sus compañeros navegaron desde Pafos hasta llegar a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén. 14Ellos siguieron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

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Predicación en la sinagoga de Antioquía de Pisidia

    15Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga se dirigieron a ellos:

-Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla.

    16Pablo se levantó, pidió con la mano silencio y dijo:

-Varones israelitas y los temerosos de Dios, escuchad: 17el Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres, enalteció al pueblo durante su permanencia en el país de Egipto, y con brazo fuerte los sacó de allí. 18Durante unos cuarenta años los cuidó en el desierto; 19destruyó siete naciones en el país de Canaán y distribuyó su tierra entre ellos 20a lo largo de unos cuatrocientos cincuenta años. Después de esto, les dio jueces hasta el profeta Samuel. 21Pidieron entonces un rey y Dios les dio durante cuarenta años a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín. 22Cuando lo depuso, les suscitó como rey a David, a quien acreditó diciendo: Encontré a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, que hará en todo mi voluntad.

    23De su descendencia, Dios, según la promesa, hizo surgir para Israel un Salvador, Jesús. 24Juan había predicado, ante la proximidad de su venida, un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 25Cuando estaba Juan para terminar su carrera decía: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo, sino mirad que detrás de mí viene uno a quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.

    26Hermanos, hijos de Abrahán y los que de entre vosotros sois temerosos de Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de Salvación. 27Los habitantes de Jerusalén y sus jefes le ignoraron y, al condenarle, cumplieron las palabras de los Profetas que se leen todos los sábados. 28Y sin haber encontrado causa alguna de muerte, pidieron a Pilato que le hiciera morir. 29Cuando cumplieron todo lo que sobre él estaba escrito, le bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro. 30Pero Dios le resucitó de entre los muertos: 31se apareció muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos ante el pueblo.

    32También nosotros os anunciamos la buena nueva de que la promesa hecha a nuestros padres 33la ha cumplido Dios en nosotros, sus hijos, al resucitar a Jesús, como estaba escrito en el Salmo segundo:

Tú eres mi Hijo,

yo te he engendrado hoy

    34Y que lo resucitó de entre los muertos para jamás volver a la corrupción lo dijo así:

Os daré las santas y firmes promesas

hechas a David.

    35Por lo cual dice también en otro lugar:

No dejarás a tu Santo experimentar la corrupción

    36Porque David, después de haber cumplido durante su vida la voluntad de Dios, murió, fue sepultado con sus padres y experimentó la corrupción; 37pero aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción. 38Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia el perdón de los pecados; y que de todo lo que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, 39queda justificado todo el que cree en él. 40Por tanto, cuidad que no suceda lo dicho en los Profetas:

41Mirad, los despreciadores,

asombraos y ocultaos,

porque voy a realizar una obra en vuestros días,

una obra que no creeríais si alguien os la contara.

    42Al salir les rogaban que el sábado siguiente les hablaran de eso mismo. 43Terminada la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, que les exhortaban y persuadían a permanecer en la gracia de Dios.

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San Pablo y San Bernabé se dirigen a los gentiles

    44El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor. 45Cuando los judíos vieron la muchedumbre se llenaron de envidia y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. 46Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía:

-Era necesario anunciaros en primer lugar a vosotros la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. 47Pues así nos lo mandó el Señor:

Te he puesto como luz de los gentiles,

para que lleves la salvación

hasta los confines de la tierra.

    48Al oír esto los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. 49Y la palabra del Señor se propagaba por toda la región. 50Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio. 51Éstos se sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se dirigieron a Iconio. 52Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Hch 14

Evangelización en Iconio y posterior persecución

    1En Iconio entraron, como de costumbre, en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó una gran muchedumbre de judíos y griegos. 2Pero los judíos incrédulos excitaron y malearon los ánimos de los gentiles contra los hermanos. 3Permanecieron bastante tiempo, actuando con valentía en el Señor, que les concedía obrar por sus manos milagros y prodigios, acreditando así la predicación de su gracia. 4La muchedumbre de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos, otros a favor de los apóstoles. 5Como se produjo un violento movimiento de gentiles y de judíos, con sus jefes, para injuriarles y apedrearles, 6al enterarse, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región de alrededor. 7Y allí anunciaban el Evangelio.

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Curación de un cojo en Listra

    8En Listra se hallaba sentado un hombre inválido de los pies, cojo desde el seno materno, que jamás había caminado. 9Éste escuchó hablar a Pablo, el cual le miró fijamente y, viendo que tenía fe para ser salvado, 10dijo con fuerte voz:

-¡Ponte de pie! ¡Derecho!

    Él dio un salto y empezó a caminar. 11La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, levantó la voz diciendo en licaonio:

-Los dioses han bajado hasta nosotros en forma humana.

    12Y llamaban a Bernabé Zeus y Hermes a Pablo, porque éste era el que llevaba la palabra.

    13Entonces el sacerdote del templo de Zeus que estaba situado a la entrada de la ciudad, acompañado de la gente, trajo toros y guirnaldas ante las puertas y pretendía ofrecerles un sacrificio. 14Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo lo oyeron, se rasgaron la ropa y corrieron hacia la multitud 15diciendo a voces:

-¡Hombres!, ¿qué es lo que hacéis? También nosotros somos hombres mortales como vosotros y os predicamos que os convirtáis de estas cosas falsas al Dios vivo, el que hizo el cielo y la tierra y el mar y cuanto hay en ellos; 16que en las generaciones pasadas permitió que cada nación siguiera su propio camino; 17aunque Él no ha dejado de dar testimonio de Sí mismo, derramando bienes al enviaros desde el cielo lluvias y estaciones repletas de fruto, y llenándoos de alimento y de alegría el corazón.

   18Con estas palabras, a duras penas disuadieron a la multitud de ofrecerles sacrificios.

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Lapidación de San Pablo

   19Vinieron entonces de Antioquía y de Iconio unos judíos que sedujeron a la muchedumbre, de modo que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyéndole muerto. 20Pero rodeado de los discípulos se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe.

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Regreso hacia Antioquía

   21Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y hacer numerosos discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, 22confortando los ánimos de los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe, diciéndoles que es preciso que entremos en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. 23Tras designar presbíteros en cada iglesia, haciendo oración y ayunando, les encomendaron al Señor, en quien habían creído. 24Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia; 25y después de predicar la palabra en Perge bajaron hasta Atalía. 26Desde allí navegaron hasta Antioquía, de donde habían salido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían realizado.

   27Al llegar, reunieron a la iglesia y contaron todo lo que el Señor había hecho por mediación de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. 28Se quedaron bastante tiempo con los discípulos.

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IX. CONCILIO DE JERUSALÉN

Hch 15

Conflicto con los judaizantes en Antioquia

   1Algunos que bajaron de Judea enseñaban a los hermanos:

-Si no os circuncidáis según la costumbre mosaica no podéis salvaros

   2Se produjo entonces una conmoción y controversia no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos. Decidieron que Pablo y Bernabé, con algunos otros, acudieran a los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para tratar esta cuestión.

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San Pablo y San Bernabé van a Jerusalén.

   3Así pues, ellos, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaría, narrando detalladamente la conversión de los gentiles y causando gran alegría a todos los hermanos. 4Cuando llegaron a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y contaron lo que Dios había realizado por mediación de ellos. 5Pero se levantaron algunos de la secta de los fariseos que habían creído y dijeron:

-Es necesario circuncidarles y ordenar que cumplan la Ley de Moisés.

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Discurso de San Pedro al Concilio

   6Los apóstoles y los presbíteros se reunieron para examinar esta cuestión. 7Después de una larga deliberación se levantó Pedro y les dijo:

-Hermanos, vosotros sabéis que desde los primeros días Dios me eligió entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyeran. 8Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros; 9y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, purificando sus corazones con la fe. 10¿Por qué tentáis ahora a Dios imponiendo sobre los hombros de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar? 11Nosotros, por el contrario, creemos que somos salvados por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos.

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Intervención de Santiago.

    12Toda la multitud calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar los milagros y prodigios que había obrado Dios por medio de ellos entre los gentiles. 13Cuando terminaron de hablar, Santiago contestó:

-Hermanos, oídme: 14Simón ha contado cómo desde el principio Dios se dignó elegir entre los gentiles un pueblo para su Nombre. 15Con esto concuerdan las palabras de los Profetas, según está escrito:

16Despues de esto volveré

y reedificaré la tienda caída de  David,

reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo,

17para que busquen al Señor los demás homres

y todas las naciones sobre las que ha sido

invocado mi Nombre.

Así dice el Señor, que hace estas cosas

18conocidas desde la eternidad.

    19Por lo cual estimo que no se debe inquietar más a los gentiles que se convierten a Dios, 20sino que se les escriba para que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la fornicación, de los animales estrangulados y de la sangre; 21porque desde generaciones antiguas Moisés tiene en cada ciudad quienes le predican en las sinagogas cuando le leen todos los sábados.

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Resolución del Concilio

    22Entonces les pareció bien a los apóstoles y a los presbíteros, y a roda la Iglesia, enviar a Antioquía con Pablo y Bernabé a algunos varones elegidos de entre ellos: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, destacados entre los hermanos. 23Con ellos les enviaron este escrito:

-"Los apóstoles y presbíteros hermanos, a los hermanos de la gentilidad que viven en Antioquía, Siria y Cilicia: saludos. 24Puesto que hemos oído que algunos salidos de entre nosotros -pero que nosotros no hemos enviado- os han desconcertado con sus palabras y os han llenado de inquietud, 25unánimemente nos ha parecido oportuno elegir a unos hombres y enviarlos donde vosotros en compañía de nuestros queridísimos Bernabé y Pablo, 26hombres que han entregado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27Enviamos por lo tanto a Judas y Silas, que os comunicarán de palabra estas mismas cosas; 28porque hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias: 29abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación. Obraréis bien al guardaros de estas cosas. Que tengáis salud".

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Efectos del decreto

    30Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron a la muchedumbre y entregaron la carta; 31y al leerla se llenaron de alegría por estas palabras de consuelo. 32Judas y Silas, que también eran profetas, alentaron y confortaron a los hermanos con un largo discurso. 33Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a quienes les habían enviado. (34)

    35Pablo y Bernabé se quedaron en Antoquía enseñando y anunciando, con otros muchos, la palabra del Señor.

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X. SEGUNDO VIAJE APOSTÓLICO DE SAN PABLO

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Silas, compañero de San Pablo

    36Algunos días después le dijo Pablo a Bernabé:

-Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades donde hemos predicado la palabra del Señor, para ver cómo se encuentran. 37Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. 38Pablo, en cambio, consideraba que no debían llevar consigo al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea. 39Se produjo una discrepancia, de tal modo que se separaron uno del otro. Bernabé se llevó a Marcos y se embarcó para Chipre, 40mientras que Pablo eligió a Silas y partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. 41Recorrió Siria y Cilicia consolidando las iglesias.

Hch 16

Timoteo acompaña a San Pablo

    1Llegó a Derbe y Listra, donde había un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de mujer judía creyente y de padre griego, 2que contaba con el testimonio de los hermanos de Listra e Iconio. 3Pablo quiso que marchara con él. Se lo trajo y lo circuncidó a causa de los judíos de aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

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Visita a las Iglesias de Asia

    4Conforme atravesaban las ciudades, les entregaban, para que las observasen, las decisiones dictadas por los apóstoles y los presbíteros de Jerusalén. 5Las iglesias se robustecían en la fe y aumentaban en número día a día.

    6Atravesaron Frigia y la región de Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido predicar la palabra en Asia. 7Llegados cerca de Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8Entonces atravesaron Misia y bajaron hasta Tróade. 9Esa noche Pablo tuvo una visión: un macedonia estaba de pie y le suplicaba diciendo: "Ven a Macedonia y ayúdanos". 10En cuanto tuvo la visión, intentamos inmediatamente pasar a Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado para anunciarles el Evangelio.

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Paso a Macedonia

    11Haciéndonos a la mar, fuimos desde Tróade derechos a Samotracia; al día siguiente a Neápolis, 12y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la región de Macedonia y colonia romana. En esta ciudad permanecimos varios días.

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Conversión de Lidia

    13El sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que  se tendría la oración. Nos sentamos y hablamos a las mujeres que se habían reunido. 14Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira y temerosa de Dios, nos escuchaba. El Señor abrió su corazón para que comprendiese lo que Pablo decía. 15Después de haber sido bautizada ella, y su casa, nos insistía:

-Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa -y nos obligó.

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Curación de una endemoniada y encarcelamiento de San Pablo

    16Mientras íbamos a la oración nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu pitónico y proporcionaba como adivina abundantes ganancias a sus amos. 17Siguiéndonos a Pablo y a nosotros gritaba:

-¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y os anuncian el camino de la salvación!

    18Repetía esto muchos días hasta que Pablo, enfadado, se volvió y le dijo al espíritu:

-¡En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella!

    Y en ese mismo instante salió. 19Al ver sus amos que había desaparecido la esperanza de su ganancia se apoderaron de Pablo y de Silas y los arrastraron al foro ante los magistrados. 20Los presentaron a los pretores y dijeron:

-Estos hombres perturban nuestra ciudad. Son judíos 21y predican costumbres que a nosotros los romanos no nos es lícito aceptar y practicar.

    22La multitud se alborotó contra ellos y los pretores les hicieron quitarse la ropa y mandaron azotarles. 23Después de haberles dado numerosos azotes, los arrojaron en la cárcel y ordenaron al carcelero custodiarlos con todo cuidado. 24Éste, recibida la orden, los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies al cepo.

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Bautismo del carcelero

    25A eso de la medianoche Pablo y Silas se pusieron a orar y a entonar alabanzas a Dios, mientras los presos les escuchaban. 26De repente se produjo un terremoto tan fuerte, que se conmovieron los cimientos de la cárcel, e inmediatamente se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. 27Se despertó el jefe de la prisión, y al ver abiertas las puertas de la cárcel sacó la espada y quería matarse pensando que los presos se habían fugado. 28Pero Pablo le gritó con fuerte voz

-¡No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí!

    29El jefe de la prisión pidió una luz, entró precipitadamente y temblando se arrojó ante Pablo y Silas. 30Los sacó fuera y les dijo:

-Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?

    31Ellos le contestaron:

-Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.

    32Le predicaron entonces la palabra del Señor a él y a todos los de su casa. 33En aquella hora de la noche los tomó consigo, les lavó las heridas y acto seguido se bautizaron él y todos los suyos. 34Les hizo subir a su casa, les preparó la mesa y se regocijó con toda su familia por haber creído en Dios.

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Liberación y salida de Filipos

    35Al hacerse de día los pretores enviaron a los lictores para decirle:

-Pon en libertad a esos hombres.

    36El guardián de la cárcel se lo comunicó a Pablo:

-Los pretores han dado orden de que se os ponga en libertad. Salid, pues, ahora y marchad en paz.

    37Pero Pablo les replicó:

-Después de azotarnos públicamente sin previa condena siendo ciudadanos romanos, nos han metido en la cárcel, ¿y nos sueltan ahora a escondidas? Esto no va a ser así. Que vengan ellos a sacarnos.

    38Los lictores comunicaron estas palabras a los pretores. Al oír que eran ciudadanos romanos les entró miedo. 39Vinieron entonces y les pidieron disculpas, los sacaron fuera y les rogaron que abandonaran la ciudad. 40Al salir de la cárcel, fueron a casa de Lidia y, después de haber visto a los hermanos, les exhortaron y se marcharon.

Hch 17

En Tesalónica, dificultades con los judíos

    1Después de atravesar Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de judíos. 2Como era su costumbre, Pablo se dirigió a ellos y durante tres sábados les estuvo argumentando con las Escrituras, 3explicando y probando que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos, y que: "Jesús, a quien yo os anuncio, ése esel Cristo". 4Algunos de ellos se convencieron y se adhirieron a Pablo y a Silas, así como un gran número de griegos que adoraban a Dios y no pocas mujeres de la nobleza. 5Pero los judíos, envidiosos, reunieron algunos maleantes de entre la plebe y, organizando un tumulto, soliviantaron a la ciudad y se presentaron en casa de Jasón con intención de llevarlos ante el pueblo. 6Al no encontrarlos, condujeron a Jasón y a algunos hermanos ante los magistrados de la ciudad gritando:

-Esos que han agitado a todo el mundo han venido también aquí, 7y Jasón los ha hospedado. Todos ellos actúan contra los decretos del César y dicen que hay otro rey, Jesús.

    8Alborotaron a la multitud y a los magistrados que oían estas cosas. 9Pero, en cuanto recibieron una fianza de parte de Jasón y de los demás, los dejaron marchar.

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Acogida en Berea

    10Enseguida los hermanos enviaron por la noche a Pablo y a Silas hacia Berea. Ellos al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11Eran éstos más nobles que lo de Tesalónica, y recibieron la palabra con muy buena disposición y examinaban diariamente las Escrituras para ver si las cosas eran así. 12Creyeron muchos de ellos, así como mujeres griegas distinguidas y no pocos hombres. 13Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea había anunciado Pablo la palabra de Dios, vinieron hasta allí agitando y alborotando a la gente. 14Entonces los hermanos enviaron con rapidez a Pablo hasta el mar. Silas y Timoteo permanecieron allí. 15Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas, y se volvieron con la indicación, para Silas y Timoteo, de que se uniesen con él cuanto antes.

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San Pablo en Atenas

    16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía en su interior al ver la ciudad llena de ídolos. 17Dialogaba en la sinagoga con los judíos y los prosélitos, y todos los días en el ágora con los que acudían allí. 18También algunos filósofos epicúreos y estoicos conversaban con él. Unos decían: "¿Qué querrá decir este charlatán?" Y otros: "Parece un predicador de divinidades extrañas" -porque les anunciaba a Jesús y la Resurrección-. 19Le llevaron con ellos y le condujeron al Areópago diciéndole:

-¿Podemos saber cuál es esa doctrina nueva de la que hablas? 20Porque haces llegar a nuestros oídos cosas extrañas y queremos saber qué significan.

    21Todos los atenienses y forasteros que residían allí no se dedicaban a otra cosa que a decir o escuchar algo nuevo.

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Discurso en el Areópago

    22Entonces Pablo, de pie en medio del Areópago, habló:

-Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, 23porque al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: "Al Dios desconocido". Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer. 24El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos fabricados por hombres, 25ni es servido por manos humanas como si necesitara de algo el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26Él hizo, de un solo hombre, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra. Y fijó las edades de su historia y los límites de los lugares en que los hombres habían de vivir, 27para que buscasen a Dios, a ver si al menos a tientas o encontraban, aunque no está lejos de cada uno de nosotros, 28ya que en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vuestros poetas: "Porque somos también de su linaje".

    29Si somos linaje de Dios no debemos pensar, por tanto, que la divinidad es semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del ingenio humanos. 30Diosha permitido los tiempos de la ignorancia y anuncia ahora a los hombres que todos en todas partes deben convertirse, 31puesto que ha fijado el día en que va a juzgar la tierra con justicia, por mediación del hombre que ha designado, presentando a todos un argumento digno de fe al resucitarlo de entre los muertos.

    32Cuando oyeron lo de "resurrección de los muertos", unos se echaron a reír y otros dijeron:

-Te escucharemos sobre eso en otra ocasión.

   33Así que Pablo salió de en medio de ellos. 34Pero algunos hombres se unieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio el Areopagita, y también una mujer que se llamaba Dámaris, y varios más.

Hch 18

San Pablo en Corinto, con Aquila y Priscila

    1Después de esto se fue de Atenas y llegó a Corinto. 2Encontró a un judío que se llamaba Aquila, oriundo del Ponto, que recientemente había llegado de Italia, con su mujer Priscila, por haber decretado Claudio que todos los judíos salieran de Roma. Se les acercó 3y, como tenía el mismo oficio, vivía y trabajaba con ellos, porque eran de profesión fabricantes de tiendas. 4Todos los sábados discutía en la sinagoga e intentaba convencer a judíos y griegos.

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Predicación a judíos y gentiles

    5Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se entregó de lleno a la predicación de la palabra, dando testimonio, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Cristo. 6Como se le oponían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les dijo:

-¡Que caiga vuestra sangre sobre vuestra cabeza! Yo soy inocente. Desde ahora me dirigiré a los gentiles.

    7Salió de allí y entró donde vivía un prosélito que se llamaba Tito Justo, cuya casa estaba contigua a la sinagoga. 8Crispo, jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos corintios al oír a Pablo creían y recibían el bautismo.

    9Por la noche el Señor le dijo a Pablo en una visión:

-No tengas miedo, sigue hablando y no calles, 10que yo estoy contigo y nadie se te acercará para hacerte daño; porque tengo en esta ciudad un pueblo numeroso.

    11Permaneció allí un año y seis meses enseñando entre ellos la palabra de Dios.

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San Pablo ante Galión

    12Galión era el procónsul de Acaya cuando los judíos se amotinaron todos a una contra Pablo y lo condujeron al tribunal 13diciendo:

-Éste induce a los hombres a dar culto a Dios al margen de la Ley.

    14Cuando Pablo se disponía a hablar, les dijo Galión a los judíos:

-Judíos, si se tratara de un delito o de un grave crimen, sería razonable que os atendiera, 15pero si son cuestiones de palabras y de nombres y de vuestra Ley, os lo solucionáis vosotros; yo no quiero ser juez de estos asuntos.

   16Y los expulsó del tribunal. 17Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y comenzaron a golpearle delante del tribunal, pero nada de esto le importaba a Galión.

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Regreso a Antioquía pasando por Éfeso

   18Después de permanecer allí bastante tiempo, Pablo se despidió de los hermanos y embarcó rumbo a Siria. Iban con él Priscila y Aquila. Se había rapado la cabeza en Céncreas porque había hecho un voto. 19Llegaron a Éfeso y los dejó allí. Él entró en la sinagoga y empezó a dialogar con los judíos. 20Le rogaban que se quedara más tiempo pero no accedió, 21sino que se despidió y dijo:

-Volveré de nuevo a vosotros si Dios quiere.

   Y zarpó de Éfeso. 22Desembarcó en Cesarea y, después de subir y saludar a la iglesia, bajó a Antioquía.

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XI. TERCER VIAJE APOSTÓLICO DE SAN PABLO

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Comienzo por Galacia y Frigia

   23Pasó allí algún tiempo y marchó recorriendo una tras otra las regiones de Galacia y Frigia, confortando a todos los discípulos.

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Apolo en Éfeso y Corinto

   24Un judío que se llamaba Apolo, de origen alejandrino, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras, llegó a Éfeso. 25Había sido instruido en el camino del Señor. Hablaba con fervor de espíritu y enseñaba con esmero lo referente a Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan. 26Comenzó a hablar con libertad en la sinagoga. Al oírle Priscila y Aquila le tomaron consigo y le expusieron con más exactitud el camino de Dios. 27Como deseaba pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Cuando llegó fue de gran provecho, con la gracia divina, para los que habían creído, 28pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Cristo.

Hch 19

Discípulos de San Juan Bautista en Éfeso

   1Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo recorrió las regiones altas y llegó a Éfeso. Encontró a algunos discípulos 2y les preguntó:

-¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe?

-Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo -le respondieron.

    3Él les replicó:

-¿Entonces con qué bautismo habéis sido bautizados?

-Con el bautismo de Juan. -dijeron.

    4Pablo contestó:

-Juan bautizó con un bautismo de penitencia diciendo al pueblo que creyeran en el que iba a venir detrás de él, es decir, en Jesús.

    5Cuando oyeron esto se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. 6Al imponerles Pablo las manos, vino el Espíritu Santo sobre ellos, de modo que halaban en lenguas y profetizaban. 7Eran entre todos unos doce hombres.

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Predicación y milagros de San Pablo en Éfeso

    8Entró en la sinagoga y habló abiertamente durante tres meses, exponiendo lo referente al Reino de Dios y tratando de convencerles. 9Pero como algunos se endurecieron y no creyeron y maldecían el camino del Señor ante la multitud, se apartó de ellos y se separó con los discípulos, enseñando todos los días en la escuela de Tirano.

    10Esto duró dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor. 11Dios obraba por manos de Pablo milagros nada corrientes, 12de manera que hasta los pañuelos y las ropas que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer las dolencias y expulsaban los espíritus malignos.

    13Algunos exorcistas ambulantes judíos intentaros invocar el nombre del Señor Jesús sobre quienes tenían espíritus malos diciendo:

-Os conjuro por ese Jesús que Pablo predica.

    14Hacían esto siete hijos de un tal Esceva, de la aristocracia sacerdotal judía. 15Pero el espíritu maligno les replicó:

-Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero vosotros ¿quiénes sois?

    16Y el hombre en quien estaba el espíritu maligno, abalanzándose sobre ellos, dominó a unos y a otros y pudo con todos, de tal forma que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

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Quema de libros mágicos

    17Todos los judíos y griegos que vivían en Éfeso se enteraron de esto; el temor se apoderó de todos y fue ensalzado el nombre del Señor Jesús. 18Muchos de los que habían creído venían para confesar y manifestar sus prácticas supersticiosas. 19Bastantes de los que cultivaban la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y resultó ser de cincuenta mil monedas de plata. 20Y así la palabra del Señor se propagaba con fuerza y se robustecía.

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Proyectos de viaje de San Pablo

    21Después de esto tuvo Pablo la inspiración de ir a Jerusalén a través de Macedonia y Acaya, y decía:

-Después de ir allí debo ver también Roma

    22Envió a Macedonia a dos de sus colaboradores, Timoteo y Erasto, y él permaneció algún tiempo en Asia.

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Motín de los plateros de Éfeso

  23Se produjo en aquella ocasión un alboroto no pequeño contra el Camino, 24pues cierto platero llamado Demetrio, que fabricaba reproducciones en plata del templo de Artemisa y proporcionaba a los orfebres abundantes ganancias, 25después de reunir a éstos y a los que eran del mismo oficio, dijo:

-Amigos, sabéis que nuestro bienestar viene de este trabajo, 26y estáis viendo y oyendo que no sólo en Éfeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha apartado a mucha gente convenciéndoles de que no son dioses los que se fabrican con las manos. 27Con esto no sólo hay peligro de que caiga en descrédito nuestra profesión, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y vaya a ser despojada de su majestad aquella a quien toda Asia y la tierra entera veneran.

    28Al oís esto comenzaron a gritar llenos de furia:

-¡Grande es la Artemisa de los efesios!

    29La ciudad se llenó de confusión y todos a una se precipitaron hacia el teatro, arrastrando a los macedonios Gayo y Aristarco, compañeros de viaje de Pablo. 30Éste quiso presentarse al pueblo, pero los discípulos no se lo permitieron; 31e incluso algunos asiarcas que eran amigos enviaron a rogarle que no se arriesgase a ir al teatro.

    32Unos gritaban una cosa y otros, otra. Estaba la asamblea confusa y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.

    33Hicieron salir entonces a Alejandro de entre la multitud, empujado por los judíos. Alejandro pidió silencio con la mano, para dar explicaciones a la gente; 34pero cuando supieron que era judío, todos a la vez gritaron durante unas dos horas:

-¡Grande es la Artemisa de los efesios!

    35Cuando el magistrado calmó a la turba, dijo:

-Efesios, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Éfeso es la guardiana del templo de la gran Artemisa y de su estatua bajada del cielo? 36Como esto es indiscutible, conviene que estéis tranquilos y no hagáis nada precipitadamente, 37pues habéis traído a estos hombres que no son sacrílegos ni blasfemos contra nuestra diosa. 38Si Demetrio y los orfebres que están con él tienen queja contra alguno, audiencias y procónsules hay: que presenten sus acusaciones unos y otros. 39Y si pretendéis algo más, debe resolverse en asamblea legal, 40porque corremos el peligro de ser acusados de sedición por lo de hoy, al no haber ninguna causa por la que podamos justificar este tumulto.

    Dicho esto, hizo disolver la asamblea.

Hch 20

Paso a Macedonia. Comienza el regreso

    1Cuando cesó el alboroto, Pablo hizo llamar a los discípulos, los animó, se despidió de ellos y partió camino de Macedonia. 2Después de atravesar aquellas regiones y exhortar a todos con frecuentes conversaciones, llegó a Grecia. 3Allí se detuvo tres meses y, como los judíos tramaron un atentado contra él cuando se disponía a navegar hacia Siria, decidió volver por Macedonia. 4Le acompañaban Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe; y Timoteo, así como Tíquico y Trófimo, que eran de Asia. 5Éstos se adelantaron y nos esperaron en Tróade. 6Nosotros iniciamos la navegación en Filipos después de los Ácimos y a los cinco días nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos siete días.

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Celebración de la Eucaristía y resurrección de Eutico.

   7El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía partir al día siguiente, hablaba a los discípulos, y su discurso se prolongó hasta la media noche. 8Había abundantes lámparas en la habitación superior donde nos encontrábamos. 9Un joven que se llamaba Eutico estaba sentado en la ventana y se quedó profundamente dormido al alargarse el discurso de Pablo, de modo que vencido por el sueño se cayó desde el tercer piso y lo levantaron ya muerto. 10Bajó Pablo, se echó sobre él y abrazándolo dijo:

-No os preocupéis, que su alma está en él.

   11Subió luego, partió el pan, lo comió y siguió hablando largo tiempo hasta el amanecer; entonces se marchó. 12Trajeron vivo al joven y se consolaron muchísimo.

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De Tróade a Mileto

    13Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y zarpamos rumbo a Asso, donde íbamos a recoger a Pablo, porque él había decidido hacer el viaje por tierra hasta allí. 14Cuando se nos unió en Asso lo recibimos a bordo y llegamos a Mitilene. 15Allí nos hicimos a la mar y llegamos al día siguiente a la altura de Quíos; al otro día atracamos en Samos y al siguiente arribamos a Mileto. 16Pablo había decidido no detenerse en Éfeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa porque, si era posible, deseaba estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

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Discurso de despedida a los presbíteros de Éfeso.

   17Desde Mileto envió un mensaje a Éfeso y convocó a los presbíteros de la iglesia. 18Cuando llegaron les dijo:

-Vosotros sabéis cómo me he comportado en vuestra compañía desde el primer día que entré en Asia, 19sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas en medio de las dificultades que me han venido por las insidias de los judíos; 20cómo no dejé de hacer nada de cuanto podía aprovecharos -al predicaros y al enseñaros, en público y en vuestras casas-, 21cuando anunciaba a judíos y griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22Ahora, encadenado por el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber qué me pasará allí, 23excepto que por todas las ciudades el Espíritu Santo testimonia en mi interior para decirme que me esperan cadenas y tribulaciones. 24Pero en nada estimo mi vida, con tal de consumar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.

   25Sé ahora que ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino, volverá a ver mi rostro. 26Por eso, en este día doy testimonio de que estoy libre de culpa de la sangre de todos, 27pues no dejé de anunciaros todos los designios de Dios. 28Cuidad de vosotros y de toda la grey, en la que el Espíritu Santo os puso como obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre. 29Sé que después de mi marcha se meterán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño, 30y que de entre vosotros mimos surgirán hombres que enseñarán doctrinas perversas, con el fin de arrastrar a los discípulos tras ellos. 31Debéis, por lo tanto, vigilar y recordar que durante tres años no cesé noche y día de exhortaros con lágrimas a cada uno de vosotros.

   32Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificar y conceder la herencia a todos los santificados. 33No he codiciado de nadie plata, oro o ropas. 34Sabéis bien que las cosas necesarias para mi y los que están conmigo las proveyeron estas manos. 35Os he ensañado en todo que trabajando así es como debemos socorrer a los necesitados, y que hay que recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Mayor felicidad hay en dar que en recibir".

   36En cuanto acabó de hablar se puso de rodillas y oró con todos ellos. 37Entonces rompieron todos a llorar y abrazándose al cuello de Pablo le besaban, 38afligidos sobre todo por lo que había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.

 

CUARTA PARTE

SAN PABLO, PRISIONERO Y TESTIGO DE CRISTO

 

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XII. SAN PABLO EN JERUSALÉN

Hch 21

De Mileto a Cesarea

    1Seprándonos de ellos nos hicimos a la mar y fuimos derechos a Cos, al día siguiente a Rodas y luego a Pátara. 2Encontramos una nave que zarpaba para Fenicia, nos embarcamos en ella y partimos. 3Avistamos la isla de Chipre y, dejándola a nuestra izquierda, continuamos navegando rumbo a Siria. Llegamos a Tiro, donde la nave debía dejar su carga. 4Encontramos a los discípulos y permanecimos allí siete días. Movidos por el Espíritu, ellos le decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. 5Concluidos aquellos días salimos para continuar el viaje. Nos acompañaron todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Puestos de rodillas en la playa, hicimos oración, 6nos despedimos unos de otros y subimos a la nava. Ellos se volvieron a sus casas. 7Nosotros, terminado el viaje por mar desde Tiro, arribamos a Tolemaida, saludamos a los hermanos y permanecimos un día con ellos.

    8Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, donde fuimos a la casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, y nos quedamos con él.  9Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.

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El profeta Ágabo

    10Llevábaos allí varios días cuando llegó desde Judea un profeta que se llamaba Ágabo. 11Vino a nosotros, tomó el cinturón de Pablo y atándose las manos y los pies dijo:

-Esto dice el Espíritu Santo: en Jerusalén, los judíos atarán así al hombre a quien pertenece este cinturón, y le entregarán a manos de los gentiles.

    12Cuando lo oímos, tanto nosotros como los del lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén. 13Entonces Pablo respondió:

-¿Qué hacéis llorando y afligiendo mi corazón? Yo estoy dispuesto no solamente a que me aten, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

    14Como no podíamos convencerle, dejamos de insistirle y dijimos:

-Hágase la voluntad del Señor.

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Llegada a Jerusalén y encuentro con los cristianos

    15Después de estos días, acabamos los preparativos y subimos a Jerusalén. 16Venían con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de un tal Mnasón, chipriota y antiguo discípulo, en donde nos hospedamos.

    17En cuanto llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría. 18Al día siguiente vino Pablo con nosotros a casa de Santiago, y allí se reunieron también todos los presbíteros. 19Después de saludarles les narró una por una las cosas que había obrado Dios en los gentiles por su ministerio. 20Ellos, al oírle, glorificaban a Dios,  le dijeron:

-Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han recibido la fe, y todos son celosos seguidores de la Ley. 21Han oído decir de ti que ensañas a todos los judíos que habitan entre los gentiles que se aparten de Moisés, hablándoles de no circuncidar a sus hijos y no vivir las tradiciones. 22¿Qué podemos hacer? En cualquier caso se enterarán de que has llegado. 23Haz entonces lo que vamos a decirte: hay entre nosotros cuatro hombres que deben cumplir un voto; 24llévalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que se rapen la cabeza, y vean todos que no hay nada de lo que han oído decir contra ti, sino que también tú caminas en la observancia de la Ley. 25En cuanto a los gentiles que han creído, les hemos escrito ya nuestra decisión de que se abstengan de la carne sacrificada a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación.

    26Se llevó entonces Pablo a aquellos hombres y, al día siguiente, después de haberse purificado con ellos, entró en el Templo y anunció el plazo de los días de la purificación, para saber el día en que podría presentar la ofrenda por cada uno de ellos.

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San Pablo, apresado en el Templo de Jerusalén

    27Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, unos judíos venidos de Asia, al verlo en el Templo, alborotaron a la muchedumbre y le echaron mano 28gritando:

-¡Auxilio, hombres de Israel! Éste es el hombre que enseña a todos por todas partes contra el pueblo, la Ley y este lugar, y que ha introducido incluso a unos griegos en el Templo y ha profanado este lugar santo 29-era que habían visto con él en la ciudad al efesio Trófimo, y creían que Pablo le había introducido en el Templo.

    30Se agitó toda la ciudad y se formó un tumulto de gente. Entonces, apresaron a Pablo, lo arrastraron fuera del Templo y cerraron inmediatamente las puertas. 31Intentaban matarlo, cuando se le anunció al tribuno de la cohorte que toda Jerusalén se encontraba alborotada. 32Éste en seguida se llevó con él a soldados y centuriones y corrió hacia ellos, quienes, al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 33Se acercó el tribuno, lo prendió y ordenó que fuera atado con dos

 cadenas, y le preguntó quién era y qué había hecho. 34Como en la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otra, y no podía averiguar nada con claridad a causa del tumulto, mandó conducirlo al cuartel. 35Cuando llegó a las escaleras tuvo que ser llevado por los soldados a causa de la violencia de la gente, 36pues la multitud seguía detrás gritando:

-¡Mátalo!

    37Cuando iban a entrar en el cuartel le dijo Pablo al tribuno:

-¿Me permites decirte una cosa?

    Él le contestó:

-¿Hablas griego? 38¿No eres tú el egipcio que hace pocos días promovió una rebelión y llevó al desierto a cuatro mil sicarios?

    39Pablo respondió:

-Yo soy judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de esta ciudad no desconocida. Te ruego que me permitas hablar al pueblo.

    40Le concedió el permiso, y Pablo, de pie en lo alto de las gradas, hizo una señal a la gente con la mano. Se produjo entonces un profundo silencio y comenzó a hablarles en lengua hebrea:

Hch 22

Discurso de defensa ante el pueblo

   -1Hermanos y padres, escuchad la defensa que hago ahora ante vosotros.

   2Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron mayos silencio. Y dijo:

-3Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, educado en esta ciudad e instruido a los pies de Gamaliel según la observancia de la Ley patria, y estoy lleno de celo de Dios como lo estáis vosotros en el día de hoy. 4Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres, 5como me lo puede atestiguar el sumo sacerdote y todo el Sanedrín. De ellos recibí cartas para los hermanos y me encaminé a Damasco para traer aherrojados a Jerusalén a quienes allí hubiera, con el fin de castigarlos.

    6Pero cuando iba de camino, cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo, 7caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" 8Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y me contestó: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues" 9Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. 10Yo dije: "¿Qué tengo que hacer, Señor?" Y el Señor me respondió: "Levántate y entra en Damasco: allí se te dirá todo lo que debes hacer". 11Como yo no veía a causa del resplandor de aquella luz, tuve que entrar en Damasco conducido de la mano de mis acompañantes.

    12Ananías, un varón piadoso según la Ley y acreditado por todos los judíos que allí vivían, 13vino y de pie delante de mí me dijo: "Saulo, hermano, recobra tu vista". Y en el mismo instante le pude ver. 14Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y oyeras la voz de su boca, 15porque serás su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. 16Ahora, ¿qué esperas? Levántate y recibe el bautismo y lava tus pecados, invocando su nombre".

    17Vuelto a Jerusalén, me encontraba orando en el Templo cuando tuve un éxtasis 18y le vi a él que me decía: "Apresúrate y sal enseguida de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio sobre mí". 19Yo contesté: "Señor, ellos saben que yo iba por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en ti; 20y cuando se vertió la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente, lo consentía y guardaba los vestidos de los que lo mataban". 21Y me dijo: "Vete, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles".

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San Pablo, ciudadano romano

    22Le escucharon hasta estas palabras, pero entonces alzaron la voz y dijeron:

-¡Quita a ése de la tierra! ¡No merece vivir!

    23Como continuaban vociferando, agitando sus ropas y lanzando polvo al aire, 24el tribuno mandó conducirlo dentro del cuartel y dispuso que con azotes le interrogaran, para saber por qué motivo gritaban así contra él.

    25Cuando le tenían estirado con las correas, Pablo le dijo al centurión que estaba allí:

-¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado?

    26Al oír esto, el centurión fue al tribuno y le dijo:

-¿Qué vas a hacer? Este hombre es ciudadano romano.

    27Vino el tribuno y le preguntó:

-Dime, ¿eres de verdad romano?

-Sí -contestó él.

28-Yo conseguí esta ciudadanía gracias a una fuerte suma -replicó el tribuno.

-Pues yo -contestó Pablo- la tengo por nacimiento.

    29Enseguida se retiraron los que iban a torturarle, y el tribuno se asustó al enterarse de que era romano y de que le había hecho encadenar para azotarlo.

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Discurso ante el Sanedrín

    30Al día siguiente, deseando saber con exactitud de qué le acusaban los judíos, le quitó las cadenas, mandó reunir a los príncipes de los sacerdotes y a todo el Sanedrín, llevó a Pablo y lo hizo compadecer ante ellos.

Hch 23

    1Fijos los ojos en el Sanedrín, Pablo exclamó:

-¡Hermanos, yo me he comportado con entera buena conciencia ante Dios hasta este día!

    2El sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él que le golpeasen en la boca. 3Entonces Pablo le dijo:

-¡Dios te golpeará a ti, muro blanqueado! ¿Tú te sientas para juzgarme con arreglo a la Ley, y contra la Ley mandas golpearme?.

    4Los presentes dijeron:

-¿Ultrajas al sumo sacerdote de Dios?

    5Respondió Pablo:

-No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; está escrito: No maldecirás al príncipe de tu pueblo.

    6Sabiendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos, gritó en medio del Sanedrín:

-¡Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y se me juzga por la esperanza en la resurrección de los muertos!

    7AL decir esto se produjo un enfrentamiento entre fariseos y saduceos y se dividió la multitud. 8Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus; los fariseos, en cambio, confiesan una y otra cosa. 9Se produjo un enorme griterío y puestos en pie algunos escribas del grupo de los fariseos discutían:

-No encontramos nada malo en este hombre. ¿Y si le ha hablado algún espíritu o algún ángel?

    10Como el alboroto crecía cada vez más, temeroso el tribuno de que despedazaran a Pablo, ordenó a los soldados bajar, sacarlo de en medio de ellos y conducirlo al cuartel. 11Esa noche se le apareció el Señor y le dijo:

-Mantén el ánimo, pues igual que has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma.

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Conjuración de los judíos contra San Pablo

    12Cuando amaneció, los judíos se reunieron y se comprometieron bajo juramento ano comer ni beber hasta haber dado muerte a Pablo. 13Los conjurados eran más de cuarenta. 14Se presentaron a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos y dijeron:

-Bajo juramento nos hemos comprometido a no comer nada hasta que no hayamos dado muerte a Pablo. 15Ahora vosotros, de acuerdo con el Sanedrín, pedid al tribuno que os lo lleve, como si desearais examinar más detalladamente su caso. Nosotros, por nuestra parte, estamos preparados para matarle antes de que llegue.

    16El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la conjuración, fue al cuartel, entró y se lo comunicó a Pablo. 17Llamó éste a uno de los centuriones para decirle:

-Conduce a este joven hasta el tribuno, porque tiene algo que anunciarle.

    18Se lo llevó con él al tribuno diciendo:

-Pablo, el preso, me ha llamado para rogarme que te trajera a este joven, que tiene algo que decirte.

    19El tribuno le tomó de la mano, se retiró con él aparte y le preguntó:

-¿Qué tienes que decirme?

    20Él respondió:

-Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Sanedrín, con el pretexto de averiguar más exactamente alguna cosa sobre él. 21Pero tú no lo creas, porque le preparan un atentado más de cuarenta de ellos, que se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta haberle dado muerte y ahora están preparados en espera de tu conformidad.

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XIII. DE JERUSALÉN A ROMA

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Traslado a Cesarea

        22El tribuno despidió al muchacho con esta advertencia:

-No digas a nadie que me has comunicado estas cosas.

        23Llamó luego a dos centuriones y les dijo:

-Preparad doscientos soldados de a pie, setenta jinetes y doscientos lanceros, para ir a Cesarea a la tercera vigilia de la noche, 24y tened dispuestas cabalgaduras para montar a Pablo y ponerlo a salvo ante el gobernador Félix.

    25Y escribió una carta en estos términos:

    26Claudio Lisias al excelentísimo Prefecto Félix: saludos. 27De este hombre se habían apoderado los judíos y lo iban a matar cuando, al enterarme de que era romano, acudí con la tropa y le libré de ellos. 28Con el deseo de saber de qué delito le acusaban le bajé a su Sanedrín 29y descubrí que le acusaban de asuntos relativos a su Ley, pero que no tenía ningún cargo que mereciera muerte o prisión. 30Al llegarme noticias de que preparaban un atentado contra este hombre, te lo he mandado enseguida y he indicado a sus acusadores que presenten ante ti su querella contra él.

   31Los soldados tomaron a Pablo, según se les había ordenado, y lo condujeron de noche a Antípatris. 32Al día siguiente, siguieron con él los de caballería y se volvieron los demás al cuartel. 33Cuando llegaron a Cesarea entregaron la carta al gobernador y le presentaron también a Pablo. 34Después de leerla le interrogó sobre su provincia de origen y, al enterarse de que era de Cilicia, le dijo:

-Te juzgaré cuando lleguen tus acusadores.

   Y mandó custodiarlo en el pretorio de Herodes.

Hch 24

Proceso ante el Procurador romano Félix

    1Cinco días después bajó el sumo sacerdote Ananías con algunos ancianos y un tal Tértulo, que era abogado, y presentaron ante el gobernador acusación contra Pablo. 2Citado éste, Tértulo comenzó la acusación diciendo:

-La gran paz que por ti gozamos y las mejoras realizadas en favor de esta nación por tus cuidados, 3las hemos recibido, excelentísimo Félix, siempre y en todo lugar con todo agradecimiento. 4Y para no cansarte más tiempo, te ruego que nos escuches brevemente con tu acostumbrada clemencia. 5Hemos encontrado a esta peste de hombre que provoca alborotos entre todos los judíos de la tierra y que es jefe principal de la secta de los nazarenos. 6Ha intentado también profanar el Templo, pero le apresamos. (7) 8Al interrogarle podrás conocer por ti mismo todo de lo que le acusamos.

    9Se sumaron a la acusación los judíos diciendo que era realmente así

    10Al concederle la palabra el gobernador, respondió Pablo:

-Sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación. Por eso voy a hablar en mi defensa con toda confianza. 11Puedes comprobar que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar a Dios, 12y ni en el Templo me han encontrado discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente en las sinagogas o por la ciudad. 13Tampoco pueden probarte las cosas de las que ahora me acusan. 14Confieso, en cambio, ante ti que sirvo al Dios de mis padres según el Camino que ellos llaman secta, creyendo todo lo que dice la Ley y está escrito en los Profetas, 15y tengo en Dios la esperanza, que ellos mismos tienen, de que habrá una resurrección tanto de justos como de pecadores. 16Me esfuerzo por eso yo también en conservar siempre una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres. 17Después de muchos años he venido para traer limosnas a los de mi nación y a presentar ofrendas. 18En estas circunstancias me encontraron purificado en el Templo, sin aglomeraciones ni alboroto. 19Ciertos judíos de Asia son los que deberían presentarse ante ti y acusarme si tienen algo contra mí, 20o si no, que digan éstos qué delito encontraron en mí cuando comparecí ante el Sanedrín, 21a no ser sólo la afirmación que pronuncié cuando estaba en medio de ellos: que soy juzgado hoy por vosotros a causa de la resurrección de los muertos.

    22Félix, buen conocedor de lo referente al Camino, les dio largas:

-Cuando baje el tribuno Lisias me ocuparé de vuestro asunto.

    23Y ordenó al centurión que custodiase a Pablo, que le permitiera alguna alguna libertad y no impidiera a ninguno de sus amigos que le asistiera.

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Nueva comparecencia ante Félix

    24Después de unos diez días llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Hizo llamar a Pablo y le escuchó acerca de la fe en Cristo Jesús. 25Al hablar Pablo de la justicia, la continencia y el juicio futuro, Félix le respondió aterrorizado:

-Por ahora puedes retirarte. Te haré llamar cuando surja una ocasión propicia.

    26Esperaba al mismo tiempo que Pablo le diera dinero, y por eso le buscaba con frecuencia y hablaba con él.

    27Dos años después, Porcio Festo sucedió a Félix. Y Félix, por atraerse a los judíos, siguió reteniendo a Pablo en prisión.

Hch 25

Festo reanuda el proceso. San Pablo apela al César

    1Tres días después de llegar a la provincia, subió Festo de Cesarea a Jerusalén, 2y los príncipes de los sacerdotes y los jefes de los judíos le presentaron acusación contra Pablo, e insistían 3en pedirle la gracia de que ordenara conducirlo a Jerusalén, mientras preparaban una emboscada para matarlo en el camino. 4Pero Festo les respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea y que él mismo se disponía a partir havia allí cuanto antes:

    5-Que bajen conmigo -dijo- los principales de entre vosotros y acusen a este hombre, si ha cometido algún crimen.

    6Tras quedarse con ellos no más de ocho o diez días, bajó a Cesarea y al día siguiente se sentó en el tribunal y mandó traer a Pablo. 7En cuanto lo trajeron le rodearon los judíos bajados de Jerusalén, alegando contra él muchas y graves acusaciones que no podían probar. 8Pablo se defendía:

-Yo no he cometido ningún delito contra la Ley de los judíos ni contra el Templo ni contra el César.

    9Pero Festo, que deseaba atraerse a los judíos, le dijo a Pablo:

-¿Quieres ir a Jerusalén y ser juzgado allí de estas cosas en mi presencia?

    10-Estoy ante el tribunal del César -contestó Pablo-, que es donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún mal, como tu bien sabes. 11Si soy reo de crimen y he hecho algo que merezca la muerte, no rehúso morir; pero si nada hay de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos; ¡apelo al César!

    12Entonces Festo deliberó con su consejo y respondió:

-Has apelado al César y al César irás.

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Festo informa a Agripa

    13Pasados algunos días llegaron a Cesarea el rey Agripa y Berenice y fueron a saludar a Festo. 14Como se detuvieron allí unos días, Festo mencionó al rey el asunto de Pablo:

-Hay aquí un hombre que Félix dejó en prisión, 15contra quien los príncipes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos presentaron acusación cuando estuve en Jerusalén, pidiendo sentencia condenatoria. 16Yo les contesté que, entre romanos, no es costumbre entregar a un hombre antes de que el acusado tenga delante de él a sus acusadores y la oportunidad de defenderse de la acusación. 17Cuando llegaron aquí, me senté al día siguiente en el tribunal, sin ninguna dilación, y ordené que trajeran a aquel hombre. 18Los acusadores se presentaros ante él, pero no alegaban ningún acusación de los delitos que yo sospechaba. 19Tenían contra él ciertas cuestiones de su religión y de un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive. 20Perplejo por estas cuestiones, le propuse si deseaba ir a Jerusalén para ser juzgado allí de estas cosas. 21Pero como Pablo apeló para que su causa sea reservada a la decisión del César, mandé custodiarlo hasta que lo pueda enviar al César.

    22Agripa le dijo a Festo:

-Yo también quisiera oír a ese hombre

-Mañana le oirás -respondió él.

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San Pablo ante el rey Agripa

    23Al día siguiente llegaron Agripa y Berenice con gran pompa y entraron en la sala de la audiencia, junto con los tribunos y los hombres más importantes de la ciudad. A una orden de Festo trajeron a Pablo. 24Dijo Festo:

-Rey Agripa y todos los presentes entre nosotros, veis aquí a este hombre. Toda la multitud de los judíos me ha interpelado contra él, tanto en Jerusalén como en este lugar, gritando que no merece vivir más tiempo. 25Comprendí, sin embargo, que no había cometido nada digno de muerte. Pero como ha apelado al César he decidido enviárselo. 26Dado que no tengo nada preciso que escribir al Emperador sobre él, lo he traído ante vosotros, y especialmente ante ti, rey Agripa, para que, una vez hecho el interrogatorio, tenga algo que escribir; 27pues me parece improcedente enviar un preso sin indicar de qué se le acusa.

Hch 26

Discurso de San Pablo

    1Agripa le dijo a Pablo:

-Se te permite hablar en tu defensa.

    Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su alegato:

2-Me considero dichoso, rey Agripa, de poder defenderme hoy ante ti de todas las acusaciones de los judíos, 3sobre todo, porque tú conoces todas sus cuestiones y costumbres. Te ruego por tanto que me escuches pacientemente. 4Todos los judíos saben de mi vida desde la juventud, que trascurrió desde el principio en medio de mi pueblo en Jerusalén. 5Me conocen hace mucho tiempo y si quieren pueden atestiguar que he vivido como fariseo, según la secta más estricta de nuestra religión. 6Y ahora estoy sometido a juicio por la esperanza en la promesa hecha por Dios a nuestros padres, 7la cual esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo a Dios con perseverancia día y noche. ¡A causa de esta esperanza, rey, soy acusado por los judíos! 8¿Por qué os parece increíble que Dios resucite a los muertos?

    9Yo me creí en el deber de actuar enérgicamente contra el nombre de Jesús Nazareno. 10Lo hice en Jerusalén y encarcelé a muchos santos con potestad recibida de los príncipes de los sacerdotes. Y cuando se les mataba yo aportaba mi voto. 11Les castigaba frecuentemente por todas las sinagogas, para obligarles a blasfemar y, enfurecido contra ellos, llegaba hasta perseguirles en ciudades extranjeras.

    12Con este fin iba a Damasco, con la potestad y autorización de los príncipes de los sacerdotes, 13y al mediodía vi en el camino, rey, una luz del cielo, más brillante que el sol, que me envolvió a mí y a los que me acompañaban. 14Caímos todos a tierra y escuché una voz que me decía en hebreo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa es para ti dar coces contra el aguijón". 15Yo contesté: "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor me dijo: "Yo soy Jesús, a quien tu persigues. 16Pero levántate y ponte en pie, porque me he dejado ver por ti para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que todavía te mostraré. 17Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles a los que te envío, 18para que abras sus ojos y así se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mí".

    19Así pues, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, 20sino que primero a los de Damasco y Jerusalén, y luego por toda la región de Judea y a los gentiles, comencé a predicar que se arrepintieran y se convirtieran a Dios con obras dignas de penitencia. 21Por este motivo intentaron matarme los judíos cuando me apresaron en el Templo. 22Con la ayuda de Dios he permanecido hasta este día predicando a pequeños y grandes, sin enseñar otras cosas que las que los Profetas y Moisés dijeron que iban a suceder: 23que el Cristo debía padecer y, después de ser el primero en resucitar de entre los muertos, iba a anunciar la luz al pueblo y a los gentiles.

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Efecto en los oyentes

   24Mientras se defendía de este modo, dijo Festo en alta voz:

-Estás loco, Pablo. Las muchas letras te han hecho perder el juicio.

   25Pablo contestó:

-No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que digo cosas verdaderas y sensatas. 26Bien sabe estas cosas el rey a quien hablo sinceramente, porque no creo que ninguna le sea desconocida, pues no son cosas que hayan ocurrido en un rincón. 27¿Crees, rey Agripa, en los Profetas? Yo sé que crees.

   28Agripa contestó a Pablo:

-Un poco más y me convences de que me haga cristiano.

   29Pablo respondió:

-Quisiera Dios que, con poco o con mucho, no sólo tú sino todos los que me escuchan hoy se hicieran como yo, pero sin estas cadenas.

   30Se levantaron el rey, el procurador, Berenice y todos los que se sentaban con ellos; 31y al retirarse comentaban unos con otros:

-Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión.

    32Agripa le dijo a Festo:

-Podría ser puesto en libertad si no hubiera apelado al César.

Hch 27

Camino de Roma. Navegación hasta Creta

    1Cuando se decidió que emprendiésemos la navegación rumbo a Italia, Pablo y algunos otros presos fueron confiados a un centurión de la cohorte Augusta, que se llamaba Julio. 2Embarcamos en una nave de Adramicio que iba a zarpar hacia puertos de Asia y nos hicimos a la mar, llevando con nosotros a Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3Al día siguiente llegamos a Sidón, y Julio, tratando a Pablo con humanidad, le permitió visitar a sus amigos y proveerse de lo necesario. 4Partimos de allí y, a causa de vientos contrarios, navegamos a lo largo de Chipre, 5y a través de los mares de Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira de Licia. 6Allí encontró el centurión una nave alejandrina que se dirigía a Italia y nos trasladó a ella. 7Durante varios días navegamos con lentitud y llegamos con dificultad frente a Gnido. Dado que el viento nos era contrario, navegamos al abrigo de Creta cerca de Salmone. 8A duras penas costeamos la isla hasta llegar a un lugar llamado Puertos Buenos, junto al que está la ciudad de Lasea.

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Reanudación del viaje contra el parecer de San Pablo

    9Trascurrido bastante tiempo, como la navegación se hacía peligrosa, pues había pasado ya el Ayuno, Pablo les advirtió:

-10Veo, amigos, que la navegación va a traer peligros y serios daños no sólo para la carga y la nave, sino también para nuestras vidas.

    11Pero el centurión hizo más caso al piloto y al patrón que a las palabras de Pablo. 12Como el puerto no resultaba apropiado para pasar el invierno, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si lograban llegar a Fenicia, un puerto de Creta que mira al sudoeste y al noroeste, para pasar el invierno.

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Tempestad

    13Comenzó a soplar el viento del sur y pensaron que podían realizar su propósito, de modo que levaron anclas y fueron costeando de cerca la isla de Creta. 14Pero no mucho tiempo después se desató contra ella un viento huracanado llamado Euroaquilón. 15Arrastrada la nave e incapaz de resistir el viento, quedó al capricho de las olas, y comenzamos a ir a la deriva. 16Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda y a duras penas conseguimos hacernos con el esquife. 17Después de izarlo, usaron los cables de refuerzo para ceñir el casco de la nave por debajo. Y por miedo a chocar contra la Sirte plegaron las velas y se dejaron ir a la deriva. 18Como el temporal nos sacudía violentamente, al día siguiente aligeraron la nave, 19y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron los aparejos al mar. 20Durante varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y dado que nos venía encima una tempestad no pequeña, habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.

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Visión de San Pablo y exhortación a los viajeros

    21Llevábamos largo tiempo sin comer, y entonces Pablo se alzó en medio de ellos y dijo:

-Mejor hubiera sido, amigos, escucharme y no habernos hecho a la mar desde Creta, porque habríamos evitado estos peligros y estos daños. 22Pero ahora os invito a tener buen ánimo, porque ninguno de vosotros morirá; sólo se perderá la nave. 23Esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios al que pertenezco y a quien sirvo, 24y me ha dicho: "No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César, y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo". 25Por lo tanto, amigos, tened ánimo. Confío en Dios que ocurrirá tal como se me ha dicho. 26Vamos a dar con alguna isla.

    27La decimocuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, los marineros, a eso de la medianoche, empezaron a presentir que se acercaban a tierra firme. 28Echaron la sonda y descubrieron que había veinte brazas, y después de avanzar un poco sondearon de nuevo y descubrieron quince brazas. 29Temerosos de que chocásemos contra algunos escollos, echaron cuatro lanchas desde popa y esperaron a que amaneciera. 30Como los marineros querían abandonar la nave -y habían arriado ya el esquife al mar con el pretexto de echar las anclas de proa-, 31Pablo les dijo al centurión y a los soldados:

-Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podréis salvaros.

    32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron caer.

    33Mientras amanecía, Pablo invitó a todos a tomar alimento:

-Lleváis hoy catorce días llenos de tensión y en ayunas sin haber comido nada; 34por eso, os animo a que toméis alimento, pues es necesario para que os salvéis; porque ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de la cabeza.

    35Dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y empezó a comer. 36Todos los demás se animaron y tomaron también alimento. 37Estábamos en la nave un total de doscientos setenta y seis personas. 38Después de haber comido hasta quedar satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.

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Naufragio y rescate

    39Cuando se hizo de día no reconocían la tierra; sólo divisaban una ensenada con su playa, hacia la que pensaban empujar la nave, si fuera posible. 40Soltaron las anclas para dejarlas caer al mar y aflojaron simultáneamente las amarras de los timones. Izaron después la vela de proa y empujados por la brisa se dirigieron hacia la playa. 41Pero al tropezar contra un banco de arena, bañado a ambos lados por el mar, encalló la nave, de modo que la proa, clavada, quedó inmóvil, mientras que la popa se deshacía por la violencia de las olas. 42Los soldados decidieron entonces matar a los presos, por si alguno escapaba a nado; 43pero el centurión, que deseaba salvar a Pablo, les prohibió tal resolución, y mandó que los que sabían nadar fueran los primeros en echarse al agua para ganar la orilla, 44y que los demás lo hicieran unos sobre tablas y otros con restos de la nave. De este modo todos llegaron a salvo a tierra.

Hch 28

Estancia en Malta

    1Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. 2Los nativos tuvieron con nosotros una humanidad poco común. Hicieron una hoguera, a causa de la lluvia que caía y el frío, , y nos recibieron a todos. 3Pablo había reunido un montón de ramas secas y al colocarlas en la hoguera, una víbora que huía del calor le mordió en la mano. 4Cuando los nativos vieron al animal colgando de su mano, se dijeron unos a otros:

-Seguramente este hombre es un asesino que, aunque ha escapado del mar, la Justicia no le permite vivir.

    5Entonces él sacudió el animal sobre el fuego y no sufrió daño alguno. 6Esperaban ellos que se hinchara o cayera muerto de repente. Pero después de esperar un tiempo y ver que nada malo le ocurría, cambiaron de parecer y decían que era un dios.

    7Por aquellos lugares tenía unas propiedades el hombre principal de la isla, llamado Publio, que nos acogió y hospedó amablemente tres días. 8Coincidió que el padre de Publio se hallaba en cama, aquejado de fiebres y disentería. Pablo entró s verle, oró, le impuso las manos y le curó. 9Como había ocurrido esto, se presentaron también otros enfermos de la isla y fueron curados. 10Nos trataron con todo tipo de consideraciones y cuando nos embarcamos nos facilitaron todo lo necesario.

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Llegada a Roma

    11Pasados tres meses nos hicimos a la mar en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba los Dioscuros como enseña. 12Llegamos a Siracusa y permanecimos tres días. 13Desde allí, costeando, arribamos a Regio. Al día siguiente se levantó viento sur y a los dos días llegamos a Pozzuoli. 14Encontramos allí algunos hermanos, que nos rogaron que permaneciéramos con ellos siete días. Y así nos dirigimos a Roma. 15Los hermanos, al enterarse de nuestra llegada, vinieron desde allí a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Al verles, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimos.

   16Cuando llegamos a Roma, le fue permitido a Pablo vivir por cuenta propia con un soldado que le custodiara.

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San Pablo y los judíos de Roma

17Tres días después convocó a los principales judíos, y cuando se reunieron les dijo:

-Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las tradiciones de los padres fui apresado en Jerusalén y entregado en manos de los romanos, 18que después de interrogarme querían ponerme en libertad por no haber en mí ninguna causa de muerte. 19Y ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al César, pero no para acusaar de nada a los de mi nación. 20Por esta razón os he pedido veros y hablaros, pues llevo estas cadenas por la esperanza de Israel.

   21Ellos le respondieron:

-Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta que nos hable de ti, ni ha llegado ningún hermano que nos haya comunicado o hablado nada malo de ti. 22Deseamos, sin embargo, escuchar de ti mismo lo que piensas, pues de esta secta sabemos que en todas partes se la contradice.

   23Concertaron con él un día y acudieron muchos a la casa en que se alojaba. Desde la mañana hasta la tarde, él les explicaba el Reino de Dios dando testimonio y tratando de convencerles sobre Jesús mediante la Ley de Moisés y los Profetas. 24Unos aceptaron con fe lo que decía, pero otros no creyeron. 25Cuando se marchaban divididos entre sí, Pablo tan solo dijo estas palabras:

-Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías:

26Ve a este pueblo y dile:

Con el oído oiréis, pero no entenderéis,

con la vista miraréis, pero no veréis.

27Porque se ha embotado el corazón de este pueblo,

han hecho duros sus oídos,

y han cerrado sus ojos;

no sea que vean con los ojos,

y oigan con los oídos,

y entiendan con el corazón y se conviertan,

y yo los sane.

   28Sabed, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí la oirán (29)

Actividad apostólica de San Pablo en Roma

   30Pablo permaneció dos años completos en el lugar que había alquilado, y recibía a todos los que acudían a él. 31Predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda libertad y sin ningún estorbo.