1,1 

    Ver Gn 11. En 1,1-5, el evangelista recoge un himno más antiguo que sigue las huellas del relato de la creación en Gn 1,1-3,1, con la cadencia marcada por los verbos: «Dijo Dios.. .y así fue»: Dios ha creado el mundo por su Palabra, ver Sal 33,6-9; Sb 9,1; Si 42,15, especialmente la luz opuesta a las tinieblas, Gn 1,18, los seres vivos, Gn 1,20-25, y al hombre, Gn 1,26-27. Es posible que los vv. 1c-2, encuadrados por la repetición redacional «junto a Dios... junto a Dios» y que rompen el ritmo binario del párrafo, hayan sido añadidos por el evangelista para afirmar la divinidad de Cristo, Palabra encarnada, ver 8,24+; 20,29; 1 Jn 5,20. En 1,9-18, el tema de la Palabra creadora se desarrolla en armonía con Is 55,10-11: enviada por Dios, 1,9-11; 4,34+, al mundo, 1,9+, para fecundarlo, 1,12+, revelándole la «verdad», 8,32+, retorna a Dios después de haber cumplido su misión, 11,8; 13,3; 16,28. Este conjunto de temas: presencia junto a Dios, papel desempeñado en la creación, envío al mundo para adoctrinar en él a la humanidad, atañen a la Sabiduría tanto como a la Palabra, Pr 8,22-36+; Si 24,3-32; Sb 9,9-12. En el NT correspondía a Juan, gracias al hecho de la Encarnación, 1,14+, inferir la naturaleza personal de esta Palabra (Sabiduría) subsistente y eterna.

 

 

 

 

 

 

1,4 (a) 

    O quizá: «Lo que existió por ella».

 

 

 

 

 

 

1,4 (b) 

    En el griego, el término vida, sin artículo, no puede ser el sujeto del verbo ser; por tanto, no procede unir las palabras «lo que se hizo» a la frase precedente. En cambio, la omisión del artículo era regular cuando el sustantivo, incluso determinado, se ponía como atributo delante del verbo ser, ver 1,49.

 

 

 

 

 

 

1,5 

    La luz (el Bien, la Palabra) escapa al dominio de las Tinieblas (el Mal, las potencias del mal), ver 8,12+. Otros traducen: «Y las tinieblas no la recibieron».

 

 

 

 

 

 

1,6 

    Primitivamente, los vv. 6-8 debían de preceder inmediatamente a los vv. 19ss.

 

 

 

 

 

 

1,9 

    Este v. 9 debe unirse a los vv. 4-5: es la Palabra luz (y no el Bautista) la que viene al mundo, 3,19; 12,46; ver 6,14; 9,39; 11,27; 18,37, porque fue enviada por Dios a él, 10,36; 17,18. Otros prefieren traducir: «...todo hombre que viene a este mundo».

 

 

 

 

 

 

1,10 

    El «mundo» puede designar simplemente el universo creado, 17,5 .24, pero según las tradiciones judías, tiene a menudo un matiz peyorativo. Sometido al poder de Satán, 12,31; 14,30; 16,11; 1 Jn 5,19, se niega a creer en la misión de Cristo, 16,8 .11, y persigue con su odio a Jesús y a sus discípulos; 15,18-19; 17,14, cuya luz denuncia su perversión; 7,7; 3,19-21. Su malicia es profunda, 17,9, pero será vencido por Cristo, 16,33. Comparar con el sentido peyorativo de «tierra» en Ap 6,15; 13,3 .8; 14,3; 17,2 .5 .8. Según las tradiciones judías, a este mundo malo sucederá un día «el mundo futuro»; para Juan, el mundo escatológico está ya presente «arriba», 8,23, junto al Padre, 13,1, donde los discípulos de Cristo gozan de la vida eterna, 12,25. Pero otros textos presentan el mundo con un tono más optimista. Así, es capaz de creer en Cristo a la vista de los signos que realiza, 12,19. Dios lo ama y ha enviado a su Hijo para salvarlo dándole la vida, 3,16-17; 12,47; 6,33 .51. Por cuanto le quita su pecado, 1,29, Cristo es el salvador del mundo, 4,42.

 

 

 

 

 

 

1,11 

    Probablemente el pueblo judío.

 

 

 

 

 

 

1,12 

    La Palabra es una semilla divina, 1 Jn 3,9; Lc 8,11, que, cuando la recibimos, nos hace hijos de Dios, 1 Jn 3,1; 1 P 1,23; St 1,18. Según Jn 3,5-6, nuestro nuevo nacimiento es el fruto del Espíritu, ver Rm 8,14.

 

 

 

 

 

 

1,13 

    La lectura en plural «los cuales no nacieron», atestiguada por el conjunto de manuscritos griegos, es la lectura corriente. Var.: «Él que no nació». En el libro apócrifo de Henoc, 15,4, se reprocha a los ángeles que se hayan unido a las mujeres según Gn 6,1-5: «En la sangre de mujeres os habéis manchado y en la sangre de la carne habéis engendrado y en la sangre de hombres habéis dado pasto a la concupiscencia». En el supuesto de la lectura en singular, Juan, que conoce esta tradición judía, quiere hacer ver que Jesús no fue concebido como los Gigantes a partir de ángeles caídos, sino «de Dios», ver Lc 1,34-35.

 

 

 

 

 

 

1,14 (a) 

    Ver 1 Jn 4,2; 2 Jn 7; Rm 1,3.-La «carne» designa a la humanidad en su condición de debilidad y de mortalidad, Gn 6,3; Sal 56,5; Is 40,6-8; Jn 3,6; 17,2. Al revestirse de nuestra humanidad, la Palabra de Dios ha asumido todas sus debilidades, incluida la muerte, Flp 2,6-8.

 

 

 

 

 

 

1,14 (b) 

    Verbo griego eskénosen, ver skene Lit.: «su tienda». Alusión a la Tienda «miskán» que, en tiempo del Éxodo, simbolizaba la presencia de Dios, Ex 26,1+, presencia que se hizo manifiesta por la irrupción de la gloria de Dios en ella en el momento de su inauguración, Ex 40,34-35, La Palabra, Unigénito del Padre, en quien reside el nombre temible «Yo soy», Ex 3,14-15; Jn 8,24+, resplandeciente de esa gloria que tiene del Padre, realiza en la nueva alianza esta presencia divina que debe asegurar la salvación del pueblo de Dios, Ex 34,9. Él es verdaderamente el Emmanuel, «Dios con nosotros», anunciado por Is 7,14; Mt 1,23.

 

 

 

 

 

 

1,14 (c) 

    La gloria era la garantía de la presencia de Dios, Ex 24,16+. Ella misma no podía ser vista, Ex 33,20+, pero se manifestaba a través de los prodigios realizados por Dios en favor de su pueblo, Ex 15,7; 16,7. Lo mismo sucederá con la Palabra encarnada, cuyos «signos» manifiestan la gloria, 2,11+; 11,40, «en espera del signo» por excelencia de la resurrección, 2,18-19; 17,5. También del mismo modo que la gloria de Dios se reflejaba en el rostro de Moisés después de la teofanía del Sinaí, Ex 34,29 .35, así el rostro de Cristo resplandeció cuando la Transfiguración (similar a la teofanía del Sinaí, ver Mt 17+), y sus discípulos pudieron ver así el reflejo de su gloria, Lc 9,32; 2 P 1,16-18.

 

 

 

 

 

 

1,14 (d) 

    La fórmula corresponde a la de Ex 34,6+: «rico en amor y fidelidad» en la definición que Dios da de sí mismo a Moisés. Al régimen de la Ley sucede el del amor indefectible de Dios, que se manifiesta en Cristo, 1,17.

 

 

 

 

 

 

1,16 

    Es decir, «una gracia correspondiente a la gracia (que está en el Hijo único)», o: «una gracia (la de la nueva alianza) en lugar de otra gracia (la de la antigua alianza)». Otra traducción: «gracia sobre gracia».

 

 

 

 

 

 

1,18 

    En la Biblia, la expresión «hijo de Dios» no tenía un sentido trascendente y podía designar: bien a miembros del pueblo de Dios, Os 2,1, bien a su rey, Sal 2,7; 2 S 7,14, bien al justo perseguido que espera el auxilio de Dios, Sb 2,16-18; Mt 4,3+. También Juan lo sabe, 10,32-36, y por eso adopta la expresión «Unigénito», 1,14 .18; 3,16 .18; 1 Jn 4,9, que no ofrece ningún equívoco, ver Pr 8,24. - Var. «un Dios Unigénito.

 

 

 

 

 

 

1,19 

    En el evangelio de Juan, este término tiene diferentes significados. Designa a veces a los adeptos del judaísmo, cuyos ritos se explican a los lectores de origen no judío (ver 2,6 .13; 18,20, etc.); se los distingue de los samaritanos y de los gentiles (ver 4,9; 18,35). Pero con más frecuencia la palabra tiene un significado técnico y designa a las autoridades religiosas hostiles a Jesús (8,37+), sumos sacerdotes y fariseos: comparar 18,3 con 18,12; y 18,24 .28 con 18,31. Finalmente, algunas veces designa a los fariseos contemporáneos de la redacción del evangelio, que representaban entonces, a partir del año 70, el judaísmo frente a su rival el cristianismo: comparar 9,22 con 12,42.

 

 

 

 

 

 

1,21 (a) 

    Sobre la vuelta esperada de Elías, ver Ml 3,23-24 y Mt 17,10-13.

 

 

 

 

 

 

1,21 (b) 

    Apoyados en Dt 18,15 (ver la nota), los judíos esperaban al Mesías como a un nuevo Moisés (el profeta por excelencia, ver Nm 12,7+), que renovaría centuplicados los prodigios del Éxodo. Ver Jn 3,14; 6,14 .30-31 .58; 7,40 .52; 13,1+; Hch 3,22-23; 7,20-44; Hb 3,1-11. Ver también Mt 16,14+.

 

 

 

 

 

 

1,28 

    Significa «lugar de paso», recordando el paso del Jordán al final del Éxodo, Jos 3. Juan bautiza todavía «al otro lado del Jordán», pero este bautismo de penitencia prepara al pueblo de Dios para «pasar» a la Tierra Prometida.- Var. más corrientemente adoptada: Betania, 11,1 .18.

 

 

 

 

 

 

1,29 

    El pecado (en singular) por excelencia es negarse a reconocer a Cristo como el enviado de Dios, 15,22 .24; 16,9; 8,21, aquel que ha venido a revelarnos la «verdad», 8,32+; es estar «ciego» hasta el punto de no saber cuál es la voluntad de Dios sobre el hombre, 9,39-41; Mt 15,14; 23,16-26; Rm 2,17-24, rechazando al nuevo Moisés, 9,28-34. Esta ignorancia relativa al discernimiento entre el bien y el mal, Gn 3,3-5, consecuencia del dominio de Satán sobre el mundo, 8,34+, es lo que el Cordero debe quitar, 1,29. Como el Siervo de Dios del que habla Is 42,1-4, y al que aludirá Jn 1,34, él quita el pecado gracias a la enseñanza que nos da. Por eso, algunos han pensado que el término «cordero» era una mala traducción de un original hebreo que significaba también «siervo».-La tradición joánica conoce posiblemente la interpretación targúmica del sacrificio de Isaac, «atado sobre el monte como un cordero sobre el altar», Gn 22,2 .6-9; ver Rm 8,32; y ve en Isaac una figura de Cristo, ver Jn 3,16; 8,56.-Para Jn, Jesús es también el «Cordero» pascual, 18,28+; 19,36, que, por su muerte, recibe dominio sobre los hombres, 12,31+; Ap 5,12, y por tanto quita el «pecado» del mundo. -La alusión a Is 53,7 .11 es aquí poco probable.

 

 

 

 

 

 

1,31 

    Según las tradiciones judías, el Mesías, que no se distinguía en nada de los demás hombres, debía permanecer de incógnito hasta el día en el que fuera manifestado como Mesías, por Elías vuelto a la tierra, Ml 3,23-24; Jn 5,35+. Este tema es el que se evoca en 1,26 .31, ver 7,27, versículos que quizá estaban unidos en una redacción más antigua.

 

 

 

 

 

 

1,33 

    Por cuanto el Espíritu reposa sobre él, Is 11,2; 42,1; 61,1, Cristo podrá comunicarlo a los demás, realizando así la profecía de Ez 36,26-27, ver la alianza nueva de Jr 31,31+. Pero esta efusión del Espíritu sólo tendrá lugar una vez que Cristo haya sido «glorificado», 7,39; ver 20,22-23, o «elevado» a la diestra de Dios, Hch 2,33, el día de Pentecostés, Hch 1,5; 2,4.

 

 

 

 

 

 

1,34 

    Alusión a Is 42,1+; ver Lc 9,35; 23,35; Jesús es el Siervo sobre el que Dios ha puesto su Espíritu, ver 1,29. Juan invierte los datos del relato del bautismo de Cristo, Mc 1,9-11: ya no es Jesús sino el Bautista quien ve al Espíritu bajar; ya no es la voz celeste la que da testimonio de Cristo, sino el Bautista, ver 1,31+.- Var.: «el Hijo de Dios», por armonización con Mt 3,17.

 

 

 

 

 

 

1,36 

    Los vv. 35-36 y 33a son un duplicado de los vv. 29 y 31a. Provienen de dos tradiciones joánicas paralelas, que aquí ha fundido el evangelista. Es posible que el v. 15, duplicado del v. 30 y que en el Prólogo se halla fuera de contexto, se leyera primitivamente después de los vv. 35-36.

 

 

 

 

 

 

1,37 

    Ver Mc 1,18. El relato joánico de la vocación de Pedro y Andrés no tiene en común con el de Mc 1,16-18 = Mt 4,18-20 (Lc lo omite) más que la expresión «siguieron a Jesús», característica del discípulo. La tradición joánica parece preferible. En Mc y Mt, la vocación de Pedro y Andrés es un calco de la de Santiago y Juan, que presenta rasgos más primitivos.

 

 

 

 

 

 

1,39 

    Hacia las cuatro de la tarde. Todo el relato está estilizado para describir la condición del discípulo de Cristo. En el AT, para encontrar a Dios había que buscarle, Dt 4,29; Is 55,6, ahora, el que «busca» a Cristo lo «encuentra», vv. 38 y 41, ver Mt 7,7-8; y porque «sigue» a Jesús, vv. 37-38, el discípulo llega adonde él vive, v. 39; ver 12,26; 14,3; 17,24. En el extremo opuesto de los discípulos están los judíos que se niegan a creer en Jesús, 7,34; 8,21; ver Os 5,6; Pr 1,28.

 

 

 

 

 

 

1,40 

    Se piensa a menudo que el otro discípulo era el apóstol Juan. Pero ¿no sería más bien Felipe, el compañero habitual de Andrés, 6,7-9; 12,21-22, y que va a reaparecer a partir del v. 43? Esta interpretación la supone la variante textual del v. 41: «Éste, el primero, encuentra...». Según 1,7, todos van a creer por el testimonio del Bautista, primero Andrés y Felipe, 1,35-37, después, gracias a ellos, el mundo judío, 1,41-42; 1,45- 49 (las dos escenas están construidas de manera similar), y después el mundo pagano 12,21-22.

 

 

 

 

 

 

1,48 

    El conocimiento de las realidades ocultas es una de las características de los profetas, 4,16-19; Lc 7,39. Natanael reconoce así que Jesús es el Profeta-Rey, ver 6,1 .4-15, del que le ha hablado Felipe, 1,45; ver Dt 18,18. Sobre este conocimiento sobrenatural de Cristo, ver además: 2,24s; 6,61 .64 .71; 13,1 .11 .27 .28; 16,19 .30; 18,4; 21,17.

 

 

 

 

 

 

1,49 

    Aquí simple título mesiánico, como «Rey de Israel». Ver Mt 4,3+.

 

 

 

 

 

 

1,51 

    Este sueño de Jacob, Gn 28,10-17, se realizará cuando el Hijo del hombre sea «levantado», 3,14+.

 

 

 

 

 

 

2,1 (a) 

    Tres días después del encuentro con Felipe y Natanael. De este modo, el evangelio se abre con una semana completa, contada casi día por día, y que concluye con la manifestación de la gloria de Jesús.

 

 

 

 

 

2,1 (b) 

    María está presente en el primer milagro que manifiesta la gloria de Jesús, y de nuevo en la cruz, 19,25-27. Con evidente intención, varios rasgos se corresponden en las dos escenas.

 

 

 

 

 

 

2,4 (a) 

    Lit.: «¿Qué a mi y a ti?», semitismo bastante frecuente en el AT, Jc 11,12; 2 S 16,10: 19,23; 1 R 17,18, etc;,.y en el NT, Mt 8,29; Mc 1,24; 5,7; Lc 4,34; 8,28. Se emplea para rechazar una intervención que se juzga inoportuna y hasta para indicar a alguien que no se quiere mantener relación alguna con él. Sólo el contexto permite precisar el matiz exacto en cada caso. Aquí, Jesús presenta a su madre la dificultad de que «todavía no ha llegado su hora».

 

 

 

 

 

 

2,4 (b) 

    Este tratamiento, insólito en un hijo para con su madre, se repetirá en 19,26, donde su significación se aclara como evocación de Gn 3,15 .20: María es la nueva Eva, «la madre de los vivientes».

 

 

 

 

 

 

2,4 (c) 

    La «hora» de Jesús es la hora de su glorificación, de su vuelta a la diestra del Padre. El evangelio señala su proximidad, 7,30; 8,20; 12,23 .27; 13,1; 17,1. Fijada por el Padre, no podrá ser adelantada. Con todo, el milagro conseguido con la intervención de María será su anuncio simbólico.

 

 

 

 

 

 

2,11 

    Al igual que Moisés, Ex 4,1-9 .27-31, Jesús debe realizar «signos» para probar que ha sido enviado por Dios, ya que sólo Dios puede obrar contra las leyes naturales, Jn 3,2; 9,31-33. Durante su vida terrestre realizará seis, 2,1 .11; 4,46 .54; 5,2ss; 6,5 .14; 9,1 .16; 11,1ss; ver 12,18, el último de ellos la resurrección de Lázaro que prefigura su propia resurrección, el signo por excelencia, 2,18-19; ver 10,17-18. Estos signos y otros muchos que no se han descrito explícitamente, deben suscitar la fe en la misión de Cristo, 2,23; 4,45; 6,2; 7,31; 10,40-42; 20,30-31; sin embargo, es una nota de decepción lo que cierra la primera parte del evangelio, 12,37. En 4,48, ver 20,25 .29, de redacción probablemente más tardía, Jesús reprocha a sus interlocutores que tengan necesidad de «signos» para creer. A excepción de este último texto (4,48), el término «signo» lo usa sólo el evangelista a propósito de Jesús; por su parte, Jesús habla de sus «obras», 5,36+, o de las de sus discípulos, 14,12.

 

 

 

 

 

 

2,12 

    Esta bajada a Cafarnaún, con tanto hincapié expresada, no parece tener objeto. Numerosos autores admiten que, en el documento primitivo recogido por el evangelista, seguía inmediatamente el relato de 4,46b y siguientes, ver 4,46+. Esta solución aproximaría las fórmulas paralelas de 2,11 y 4,54.

 

 

 

 

 

 

2,19 

    En el evangelio de Juan, Cristo suele emplear palabras que, además de su sentido natural (el único comprendido por sus interlocutores), pueden incluir otro sentido, sobrenatural o figurado; ver 2,21 (Templo); 3,3 (nuevo nacimiento); 4,15 (agua viva); 4,32 (alimento); 6,34 (pan vivo); 7,35 (irse); 8,33+(?) (esclavitud); 11,11s (despertar); 12,34 (levantar); 13,9 (lavar); 13,36s (irse); 14,22 (manifestarse). De ahí un malentendido que da ocasión a Cristo para desarrollar su enseñanza, ver 3,11+.

 

 

 

 

 

 

2,20 

    La reconstrucción del Templo se había emprendido el año 19 antes de nuestra era. Esto sitúa la escena en la Pascua del año 28.

 

 

 

 

 

 

3,3 (a) 

    Jn emplea una palabra griega, ánozen, que también significa «de lo alto», ver 3,7 .31. Este doble sentido no lo tiene la lengua de Jesús y Nicodemo. 

 

 

 

 

 

3,3 (b) 

    Único caso en Juan, con el v. 5, de esta expresión frecuente en los sinópticos, Mt 4,17+; al Reino corresponde en Jn la «vida» o la «vida eterna». 

 

 

 

 

 

3,5 

    Los vv. 6-8 indican que el acento recae no sobre el agua, sino sobre el Espíritu. En los profetas, así como en Qumrán, el agua es un símbolo frecuente del Espíritu, ver Is 44,3; Ez 36,25+ .27; Za 12,10; 13,1; 14,8. 

 

 

 

 

 

 

3,11 

    Lo que Cristo ha visto junto al Padre, 8,38; ver 3,31-32, que es un duplicado de 3,11-13. Cristo puede expresarse así porque él es la Palabra encarnada, 1,14 .18. La fórmula «oír del Padre», 8,26 .40; 15,15, es menos fuerte y podría decirse de un simple profeta. 

 

 

 

 

 

 

3,13 

    No se trata de la ascensión (verbo en pasado). Cristo alude a textos como Dt 30,12; Ba 3,29; Pr 304, ver Rm 10,6: como venido del cielo, puede damos a conocer los misterios de la voluntad divina, ver Sb 9,16-17. 

 

 

 

 

 

 

3,14 

    En Dn 7,13-14+ el Hijo de hombre sube junto a Dios para recibir allí la investidura regia. Para Juan, el Hijo del hombre debe ser «elevado» en la cruz, 3,14; 8,28; 12,34, pero esto es el primer paso que debe llevarle junto a Dios, 12,33+, en la gloria, 12,23; 13,31; ver 1,51+, donde reinará después de destronar al Príncipe de este mundo, 12,31-32. Al subir al cielo, el Hijo del hombre no hará sino retornar a su lugar propio, recobrar la gloria que tenía antes de la creación del cosmos, 17,5; ver 3,13; 1,14+. -Es en esta línea de pensamiento como se puede comprender el paralelo entre 3,14-15 y Nm 21,4-9. Los hebreos debían mirar a la serpiente de bronce puesta por Moisés sobre una «señal» para que Dios les perdonara su pecado (v. 7) y pudieran seguir con vida (v. 9). Así, el hecho de que el Hijo del hombre sea elevado en la cruz será lo que permitirá reconocer que él podía atribuirse el Nombre divino «Yo soy», 8,24+ y por tanto el hombre podrá evitar el morir en razón de los pecados. Creer en el Hijo del hombre «elevado», es creer en el nombre del Hijo, Unigénito de Dios, 3,18, es, por tanto, creer en el amor del Padre que ha sacrificado a su propio Hijo para que nosotros nos salvemos, 3,16 y el paralelo de 1 Jn 4,9-10; ver Rm 8,32. Si no se cree que el Hijo del hombre es el Unigénito, ¿cómo reconocer el amor del Padre para con nosotros? El peor de los pecados es no creer ya en el Amor.

 

 

 

 

 

 

3,15 

    La sección 3,16-21 tiene su paralelo en 12,46-50, pero parece de redacción más reciente. Un mismo tema joánico se ha desarrollado en dos perspectivas diferentes. Esta sección desarrolla una cristología «elevada» (ver nota precedente.); la otra, que glosa a Dt 18,15 .18, presenta simplemente a Cristo como el nuevo Moisés. 

 

 

 

 

 

 

3,22 

    Bautismo idéntico al que daba Juan Bautista, Hch 19,1+: Así pues, probablemente Jesús fue uno de sus discípulos según 1,15 .30 (el discípulo iba detrás del maestro) y 3,30 (el título «rabbí» significa «mi grande»; Juan cede el título de «grande» a Jesús). Los Sinópticos no dicen nada de esta actividad de Cristo, cuestionada también en la glosa de 4,2.

 

 

 

 

 

 

3,23 

    Probablemente en Ain Farah, al norte de la actual Nablus. La actividad del Bautista en plena Samaria prepara la conversión de los samaritanos, 4,36-38; ver 4,1+. La tradición bizantina situará Amán en el valle del Jordán, algunos kilómetros al sur de Escitópolis.

 

 

 

 

 

 

3,25 

    Probablemente a propósito del bautismo. -«un judío»: var.: «unos judíos». Texto quizá alterado. Acaso se leía; «Jesús» o «los discípulos de Jesús».

 

 

 

 

 

 

3,29 

    La imagen nupcial se aplica en el AT a las relaciones de Dios con Israel, Os 1,2+. Jesús se la apropia, Mt 9,15p; 22,1s; 25,1s. Pablo la repite, Ef 5,22s; 2 Co 11,2. Las bodas del Cordero, Ap 19,7; 21,2, se han inaugurado ya con la alegría mesiánica, aquí v. 29, ver 2,1-11.

 

 

 

 

 

 

3,31 (a) 

    O también: «de todo».

 

 

 

 

 

 

3,31 (b) 

    Adic.: «está por encima de todos» (o: «de todo»).

 

 

 

 

 

 

3,34 

    0: «que le da el Espíritu sin medida».

 

 

 

 

 

 

3,35 

    Por voluntad del Padre, todo está «en la mano», en el poder del Hijo, 3,35; 10,28 .29; 13,3; 17,2; ver 6,37-39 Mt 11,27; 28,18; ése es el fundamento de su realeza, 12,13-15; 18,36-37, que inaugurará en el día de su «exaltación», 12,32+; 19,19; Hch 2,33; Ef 4,8,  mientras que el reinado del Príncipe de este mundo llegará a su fin, 12,31.

 

 

 

 

 

 

 

    Para algunos autores, habría aquí un relato primitivo recargado de elementos adventicios (lo que no quiere decir carentes de interés). El marco se inspira literariamente en Gn 24,13-14, ver 24,43 y 24,28-32. El centro, 4,16-18+, alude a 2 R 17,24ss y Os 2,18-19: origen de la semiidolatría de los samaritanos y anuncio de su conversión. El encuentro junto al pozo es un recurso literario, ver también Gn 29,1 ss; Ex 21,5ss; al convertirse, la samaritana renovará el vínculo matrimonial que la unía a Dios, Os 1,2+.

 

 

 

 

 

 

4,1 

    Var.: «el Señor».

 

 

 

 

 

 

4,5 

    La antigua Siquén (Sicara en arameo), o la actual aldea de Askar, al pie del monte Ebal, a unos mil metros del «pozo de Jacob». De este pozo no se habla en Gn.

 

 

 

 

 

 

4,6 

    Mediodía.

 

 

 

 

 

 

4,9 

    Om. del paréntesis. -Los judíos odiaban a los samaritanos, Si 50,25-26; Jn 8,48; Lc 9,52-55; ver Mt 10,5; Lc 10,33; 17,16, y explicaban su origen, 2 R 17,24-41, por la inmigración forzada de cinco grupos paganos, que en parte siguieron fieles a sus dioses simbolizados por los «cinco maridos» del v. 18.

 

 

 

 

 

 

4,14 

    Alusión a Pr 18,4 (LXX): «Un agua profunda es la palabra en el corazón del hombre, un río que brota, una fuente de vida», ver Is 58,11. El agua que da Cristo es, pues, su palabra, su enseñanza llena de sabiduría divina, Si 15,3; 24,21; Is 55,1-3. El que guarda esta palabra no verá la muerte jamás, 8,51, vivirá para siempre, 12,50;.Dt 30,15-20; Pr 13,14. En 7,37-39, el agua simboliza al Espíritu.

 

 

 

 

 

 

4,18 

    Los cinco maridos simbolizan a los dioses importados por cinco poblaciones paganas, según 2 R 17,24. El dios de los cananeos se llamaba Ba'al, pero esta palabra se había convertido en un nombre común para designar a los falsos dioses. Como en las lenguas semíticas la palabra ba'al significa también «marido», tendríamos aquí un juego de palabras, intraducible en griego, que se habría tomado de Os 2,18-19, texto que anuncia la conversión de Samaría.

 

 

 

 

 

 

4,20 

    El monte Garizim, sobre el cual los samaritanos habían construido un templo, rival del de Jerusalén. Juan Hircano lo había destruido en el 129.

 

 

 

 

 

 

4,23 

    El espíritu, 14,26+, principio del nuevo nacimiento, 3,5, es también principio del nuevo culto, culto espiritual, ver 2,20-21+ y Rm 1,9+. Este culto es «en verdad», porque sólo un culto así responde a la revelación que de él hace Dios por Jesús.

 

 

 

 

 

 

4,25 

    Mejor que «anunciará». En lenguaje apocalíptico, el verbo empleado significa «desvelar», «explicar»; ver Dn (Teodoción) 2,2 .7 .11; 5,12 .15; 9,23; 10,21; 11,2. Ver también Jn 16,13-15.

 

 

 

 

 

 

4,28 

    Ver Gn 24,28. El relato cobra todo su relieve si se unen los vv. 28-29 a los vv. 16-18; ver 4,1+. -Var.: «se fue», verbo mateano que Juan no usa en ningún otro sitio.

 

 

 

 

 

 

4,34 

    Como Moisés, 12,49+(?), como Jeremías, 10,36+(?), Jesús ha sido enviado por Dios, a quien llama «El que me ha enviado», 4,34; 5,23 .24 .30 .37 y passim. Toda su vida se consagra, pues, a hacer la voluntad de quien le ha enviado, 5,30; 6,38-40; ver Sal 40,8-9; Heb 10,9, a llevar a cumplimiento la obra de Dios que es salvar a la humanidad dándole la vida eterna, 17,4. Esta obediencia le llevará hasta la muerte, 12,27; Lc 22,42; Rm 5,19, y la última palabra de Cristo agonizante en la cruz será afirmar que «todo está cumplido», 19,28-30+(?).

 

 

 

 

 

 

4,35 

    La mies espiritual, cuyas primicias son los Samaritanos que van llegando, v. 30.

 

 

 

 

 

 

4,41 

    No hay necesidad de milagros para unirse a Cristo y creer en su misión, 4,48; la palabra que él nos transmite de parte de Dios, 12,49+(?), debe bastar para convencernos, 6,66-69; 15,22.

 

 

 

 

 

 

4,44 

    Esta glosa, delimitada por una repetición redaccional, anuncia por anticipado los acontecimientos que se narrarán en 6,60 .66.

 

 

 

 

 

 

4,46 

    No pocos autores sostienen que, primitivamente, este episodio seguía inmediatamente al de las bodas de Caná. Era un milagro realizado «a distancia» pero, como en el relato paralelo de Mt 8,5-13, Jesús mismo se encontraba entonces en Cafamaún, 2,12+. El evangelista habría añadido los vv. 46a y 54b y retocado un poco el texto para adaptarlo a la nueva situación que creaba.

 

 

 

 

 

 

4,48 

    El v. 48 es probablemente una glosa del evangelista, quien también añadió el v. 49 empalmando así con el dato del v. 47 para reanudar el hilo del relato. Este reproche no parece dirigirse al padre del niño enfermo cuyo gesto de llegar hasta Jesús prueba ya su fe (v. 47), sino más bien a los contemporáneos del evangelista.

 

 

 

 

 

 

4,53 

    Se discute sobre el final del relato primitivo. Hay en el relato actual dos actos de fe del padre del niño, el primero antes de la comprobación del milagro (v. 50), el segundo después (v. 53). La solución más corriente es asignar los w. 51-53 al relato primitivo y considerar el v. 50 como una adición del evangelista. Pero sería más lógico al revés: en efecto, el v. 50 sigue la línea del v. 47 mientras que los vv. 51-53 podrían haber sido añadidos para justificar el reproche hecho por Jesús en el v. 48. 

 

 

 

 

 

 

5,1 

    Var.: «la fiesta». El evangelista no dice de qué fiesta se trata.

 

 

 

 

 

 

5,2 (a) 

    Seguimos el texto del Sinaítico y de Eusebio de Cesarea, apoyados por manuscritos latinos. El griego «Probática» y el arameo «Betzatá» hacen referencia a las «ovejas». Para la construcción de la frase, leer 19,17 a la vista de 19,13. El texto alejandrino diría: «junto a la (puerta) Probática», ver Ne 3,1 .32; 12,39, una piscina que en hebreo se llama Betsaida, ver 1,44.

 

 

 

 

 

 

5,2 (b) 

    Esta descripción es sólo aproximativa. Un grueso muro cortaba sí, el cuadrilátero en dos estanques, pero las excavaciones no han encontrado ningún vestigio de las columnas que formaban un «pórtico» antiguo. Al este de estos dos estanques, de 13 metros de profundidad, había otros estanques más pequeños que atestiguan la presencia de un santuario pagano de curación.

 

 

 

 

 

 

5,4 

    Var.: «bajaba».- La tradición alejandrina omite el final del v. 3 y el v. 4: parecía demasiado extraña la idea de un ángel «lavándose» en una piscina. Pero el v. 4 es necesario para la inteligencia del relato (v. 7). La finalidad de la mención del «ángel del Señor» podría ser la de «judaizar» el santuario pagano.

 

 

 

 

 

 

5,16 

    El texto que se encuentra actualmente en 7,19-23, constituía la conclusión primitiva de este episodio. La de 5,17-18 es, pues, de redacción posterior.

 

 

 

 

 

 

5,17 

    Al pensamiento judío le resultaba difícil conciliar el descanso de Dios después de la creación, descanso cuya imagen es el sábado, Gn 2,2s, con su constante actividad en el gobierno del mundo. Se distinguía la actividad como Creador que ha concluido ya, y la actividad como Juez, que no cesa jamás. Jesús identifica su propia actividad con la del Juez soberano. De ahí la indignación de los judíos y el discurso por el que Jesús justifica su pretensión, ver Lc 6,5; y sobre todo Mt 12,1-8; etc.

 

 

 

 

 

 

5,22 (a) 

    El poder sobre la vida y la muerte es también la expresión del supremo poder judicial.

 

 

 

 

 

 

5,22 (b) 

    Difícilmente puede conciliarse este texto con pasajes como 3,17-18; 12,47-48: no es Cristo quien juzga; el juicio, o separación entre los hombres, ya se ha efectuado, 5,24, por el hecho mismo de que aceptan o rechazan a Cristo-luz, 3,19-21. De hecho, los textos sobre el «juicio» pertenecen a estratos redaccionales diferentes: el juicio escatológico, en el último día, ver 5,27-29, y el juicio ya realizado.

 

 

 

 

 

 

5,25 

        Los muertos espirituales.

 

 

 

 

 

 

5,29 

    Los vv. 27-29, del último redactor, ver Introd., reinterpretan los vv. 24-25 en función de Dn 12,2, lugar clásico de la afirmación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos.

 

 

 

 

 

 

5,30 

    Jesús escucha al Padre.

 

 

 

 

 

 

5,31 

    Oponer a 8,13-14 .18. Estos textos se derivan de tradiciones diferentes.-Todo profeta debía poder justificar la autenticidad de su misión por Dios, Ex 4,1-9; ver Jn 6,30. Jesús reúne aquí los diversos «testimonios» en su favor, todos ellos provenientes de Dios (v. 32): el del Bautista (vv. 33-35), el de los milagros (v. 36), el del Padre (w. 37-38) y el de las Escrituras (v. 39). A pesar de estos testimonios, los judíos se niegan a creer en él (vv. 40-44); serán acusados por Moisés mismo, en quien ponen su esperanza (vv, 45-47). Una vez que Cristo haya subido de nuevo junto a su Padre, quien dará testimonio será el Espíritu, 15,26; ver 16,7-11, y a su testimonio se unirá el de los discípulos, 15,27; 21,24; Hch 5,32.

 

 

 

 

 

 

5,32 

    Estando en presente el verbo que sigue, se trata del Padre, ver 8,18, y no del Bautista, como pediría en el v. 32 la variante «vosotros sabéis» en lugar de «yo sé». 

 

 

 

 

 

 

5,35 

    Alusión a Si 48,1: el Bautista desempeña el papel de Elías vuelto a la tierra para manifestar a Jesús como el Cristo, 1,31+. Ver Lc 1,17 que cita a Ml 3,1 .23.

 

 

 

 

 

 

5,36 

    Cuando alude a sus milagros, Jesús no habla de «signos», 2,11+, sino de «obras», en referencia a Nm 16,28. Al igual que Moisés, él no los realiza «por su cuenta»; no hace sino imitar al Padre, 5,19, incluso hasta volver a dar vida a los muertos, 5,20-21. Estas obras atestiguan, pues, que es Dios quien actúa en Cristo y por Cristo, 10,25 .37-38; ver 9,3-4. No creer a pesar de las «obras» o á pesar de las palabras de Cristo constituye el pecado por excelencia, 15,22 .24.

 

 

 

 

 

 

5,37 

    Aquí, el perfecto del verbo se opone al presente del v. 32; alusión a un hecho pasado: el Padre dio testimonio de Cristo en el momento de su bautismo, Mt 3,17.

 

 

 

 

 

 

5,39 (a) 

    Las «Escrituras», son fuente de vida porque nos trasmiten la palabra de Dios, ver Dt 4,1; 8,1 .3; 30,15-20; 32,46s; Ba 4,1; Sal 119, etc.

 

 

 

 

 

 

5,39 (b) 

    Jesús es el centro y el fin de las Escrituras, ver 1,45; 2,22; 5,39 .46; 12,16 .41; 19,28 .36; 20,9.

 

 

 

 

 

 

5,44 

    Var.: del Único.

 

 

 

 

 

 

 

    El relato de la tradición sinóptica, recogido por Juan, se inspiraba literalmente en un relato similar protagonizado por Eliseo, 2 R 4,42-44. De este relato primitivo, Juan ha conservado la precisión de que se trataba de panes de cebada (vv. 9.13). Pero añade detalles que evocan el episodio de Moisés alimentando al pueblo de Dios durante el Éxodo; comparar 6,5 con Nm 11,13; y asimismo 6,7 con Nm 11,22. Jesús actúa como un nuevo Moisés; se le aclama, pues, como al profeta por excelencia, 6,14; ver 2,11+. Pero el pan que da aquí Jesús es el símbolo de la Sabiduría que él ha comunicado a la humanidad, como explicará el discurso siguiente, ver Dt 8,3.

 

 

 

 

 

 

6,15 

    Var.: se retiró.

 

 

 

 

 

 

6,20 

    La fórmula «soy yo», lit.: «Yo soy», evoca el Nombre divino, Ex 3,14-15, que reside en Jesús, 8,24+. Es en virtud de este Nombre como Jesús puede vencer a las potencias del mal, 18,6+, simbolizadas por el mar desencadenado, Mt 14,22+.

 

 

 

 

 

 

 

6,22 

    Dos tradiciones joánicas se funden en los diálogos que vienen a continuación. Según una, el Padre es quien da el pan verdadero, a saber Jesús-Sabiduría o Palabra de Dios, 6,28-51a; 6,60s; según la otra, más reciente, es Jesús quien da este pan, o sea su cuerpo, 6,26-27 .51b-59. Las dos secuencias tienen la misma estructura. Nótese también el duplicado que forman los vv. 22 y 24.

 

 

 

 

 

 

6,23 

    Adic.: «después que el Señor hubo dado gracias».

 

 

 

 

 

 

6,27 (a) 

    Var.: «da».

 

 

 

 

 

 

6,27 (b) 

    El sello del Espíritu recibido en el bautismo, Mt 3,16+; ver Rm 4,11+, poder de Dios para realizar los «signos». Ver Mt 12,28; Hch 10,38; Ef 1,13; 4,30; 2 Co 1,22.

 

 

 

 

 

 

6,29 

    A las «obras» de los judíos, Jesús contrapone la fe en el enviado de Dios.

 

 

 

 

 

 

6,31 

    El maná de Ex 16,1+ se consideraba como el alimento del pueblo mesiánico, Sal 78,23-24; 105,40; Sb 16,20-22+.

 

 

 

 

 

 

6,35 (a) 

    Primera de siete (cifra que indica la totalidad) fórmulas por las que Jesús se define a sí mismo. Él es: el verdadero pan, 6,35 .48 .51, la verdadera luz, 8,12, la puerta, 10,7 .9, el buen pastor, 10,11 .14, la resurrección, 11,25, el camino, 14,6, la verdadera vid, 15,1 .5.

 

 

 

 

 

 

6,35 (b) 

    Jesús, como la Sabiduría, Pr 9,1s, invita a los hombres a su banquete. Para Juan, Jesús es esta Sabiduría de Dios, a la que la Revelación bíblica tendía a personificar, ver 1,1+. Tal convicción se apoya en la enseñanza de Cristo, perceptible ya en los Sinópticos, Mt 11,19; Lc 11,31p, pero mucho más acentuada aquí: de origen misterioso, Jn 7,27-29; 8,14 .19; ver Jb 28,20-28, sólo Jesús conoce los misterios de Dios y los revela a los hombres, 3,11-12 .31-32; ver Mt 11,25-27p; Sb 9,13-18; Ba 3,29-38, pan vivo que calma el hambre, 6,35: ver Pr 9,1-6; Si 24,19-22; Mt 4,4p (ver Dt 8,3).

 

 

 

 

 

 

6,37 

    «Venir o ir a Jesús», equivale a creer.

 

 

 

 

 

 

6,39 

    Contrastar con 11,24-26. El tema de la resurrección «en el último día» (vv. 39 .40 .44 .54; ver 12,48) fue probablemente añadido por el último redactor a fin de reintroducir en el evangelio la escatología según Daniel, ver Introd.

 

 

 

 

 

 

6,40 

    «Ver» al Hijo, es discernir y reconocer que realmente es el Hijo enviado por el Padre, ver 12,45; 14,9; 17,6+.

 

 

 

 

 

 

6,41 

    Como los hebreos en el desierto, ver Ex 16,2s; 17,3; Nm 11,1; 14,27; 1 Co 10,10.

 

 

 

 

 

 

 

6,51 (a) 

    Referencia a Gn 3,22: «...y comiendo de él viva para siempre». Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da acceso de nuevo al árbol de la vida del que Adán había sido privado, Pr 3,18. Ya nunca más seremos arrojados del paraíso, 6,37; ver Gn 3,23.

 

 

 

 

 

 

6,51 (b) 

    Se sobrentiende: «dada» o «entregada (como precisan muchos mss). Este giro conciso recuerda a 1 Co 11,24: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros», ver Lc 22,19. Alusión a la Pasión. Pero Juan sustituye el término «cuerpo» por «carne» que designaba al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad, 1,14+. En el judaísmo, la expresión más compleja «la carne y la sangre» significaba lo mismo, Mt 16,17; 1 Co 15,50; Ef 6,12. Comparar por tanto los w. 56 y 57.

 

 

 

 

 

 

6,56 

    «Estar en», y más todavía «permanecer en», con bastantes variantes en cuanto a los sujetos y complementos, es uno de los rasgos propios del lenguaje joánico. La relación de presencia interior que así se expresa está evidentemente determinada por la naturaleza de las realidades o personas en cuestión: una es siempre mayor que la otra, sobre todo si se trata de una persona divina. Esto se observa particularmente si la relación es recíproca, como aquí, 10,38; 14,10 .20; 15,4-7; 17,21-23 .26; 1 Jn 2,24; 3,24; 4,12-16.

 

 

 

 

 

 

6,57 

    La Eucaristía comunica a los fieles la vida que el Hijo recibe del Padre.

 

 

 

 

 

 

6,58 

    Adic.: «el maná» o: «en el desierto».

 

 

 

 

 

 

6,60 

    Aquí se reanuda el diálogo sobre Jesús-Sabiduría, interrumpido por la inserción de la sección propiamente eucarística. El escándalo de los discípulos obedece a que Jesús ha afirmado haber bajado del cielo, 6,51a; ver 6,41; Jesús responde anunciando su ascensión que probará su verdadero origen (v. 62).

 

 

 

 

 

 

6,63 

    Las palabras de Jesús respecto del pan celestial manifiestan una realidad divina que sólo el Espíritu, ver 1,33+, puede hacernos comprender, ver 14,26+, y que es fuente de vida para el hombre.

 

 

 

 

 

 

6,69 

    Es decir: el enviado y elegido de Dios, consagrado y unido a él de modo eminente, el Mesías, ver 10,36; 17,19; ver Mc 1,24+ . -Var.: «tú eres el Cristo, el Hijo de Dios», o: «el Hijo de Dios vivo», ver Mt 16,16.

 

 

 

 

 

 

6,71 

    Este anuncio anticipado de la traición de Judas debe de ser de la misma tradición joánica que el diálogo eucarístico de los vv. 51b-59, ver Lc 22,14-23.

 

 

 

 

 

 

7,1 

    Var.: «no quería».

 

 

 

 

 

 

7,2 

    La sección 7,2-9 está fuera de contexto, ver ya Bultmann. Supone que Jesús no ha realizado aún ningún milagro en Jerusalén, en contra de lo dicho en 2,23 y sobre todo en 5,1s; tampoco concuerda fácilmente con 7,10. Es posible que primitivamente estuviera después del relato de 4,46ss. Las «obras» de Cristo le manifiestan como Mesías, 5,36+.

 

 

 

 

 

 

7,14 

    7,14-52 se compone de diversos fragmentos, unidos por un tema común: la incertidumbre respecto del origen de Jesús: 1.-Su origen humano vela su origen divino: ¿cómo puede saber si no ha estado en la escuela de los rabinos?, vv. 14-18; conocen su infancia, no puede ser el Cristo, vv 25-30. 2.- Creen que ha nacido en Nazaret, no puede ser el Cristo, vv. 40-52. -El tema de la «partida» de Jesús, vv. 33-36, ver 8,21-23, se enlaza con el del origen, divino: Cristo hombre se va donde siempre ha estado (por su divinidad, ver w. 29 y 34),

-Los vv. 19-23, conclusión de 5,1-16, se hallan fuera de contexto.

 

 

 

 

 

 

7,23 

    Lit.: «he hecho sano a un hombre entero». El adjetivo hyguiés «sano» aparece siete veces en Jn, ver 5,4 .6 .9 .11 .14 .15. Aquí, la séptima y última vez, está reforzado por el adjetivo «entero» para subrayar la perfección de la curación realizada. Jesús emplea un razonamiento de estilo rabínico, qal wahomer', o a fortiori: si la circuncisión, que era considerada «curación» de un miembro particular, podía practicarse en sábado, con más razón debía ser lícita la curación de «un hombre entero».

 

 

 

 

 

 

7,26 

    Var.: «los sumos sacerdotes», o: «los ancianos, o: «ellos».

 

 

 

 

 

 

7,27 

    Sabían que el Cristo debía nacer en Belén, ver v. 42; Mt 2,5s, pero la creencia común era que debía permanecer oculto en un lugar desconocido, ver Mt 24,26 (algunos decían: en el cielo) hasta el día de su venida. Jesús, por su origen celeste, responde a esta creencia, pero sus interlocutores no lo saben, ver 1,31 y nota.

 

 

 

 

 

 

7,34 

    Los fariseos incrédulos son los tipos del antidiscípulo, 1,39+, Por cuanto las autoridades judías han dejado pasar el tiempo favorable, serán los griegos (gentiles) los que recibirán la salvación, ver v. 35; 12,20-21 .35-36+.

 

 

 

 

 

 

7,37 (a) 

    El séptimo o el octavo, día de clausura de la fiesta, 

 

 

 

 

 

7,37 (b) 

    Om.: «a mí».-Jesús invita a ir a él, como hace la Sabiduría, ver 6,35+. 

 

 

 

 

 

 

7,37 (c) 

    Lit.: «que beba». Juan parece usar un procedimiento de sintaxis semítica: cuando dos imperativos se suceden, el segundo puede tener un sentido consecutivo que puede expresarse en futuro. El mismo caso en 7,52 donde la expresión «examina y ve» es traducida habitualmente, por «examina (las Escrituras). Verás...» 

 

 

 

 

 

 

7,38 (a) 

    El cuadro literario (discusiones sobre la identidad y origen de Jesús, c. 7-8) y litúrgico (proclamación solemne en el «gran» día de la fiesta) invita a comprender que se trata del seno («vientre», griego koilía) de Jesús, Is 55,1, ver el paralelo de Ap 22,17. Así lo ha comprendido la tradición más antigua. Otra tradición relaciona la expresión «el que cree en mí» con lo que sigue e interpreta el pasaje refiriéndolo al seno del creyente, ver Is 58,11; Pr 18,4; pero esta interpretación está menos fundada aquí que en 4,14.

 

 

 

 

 

 

7,38 (b) 

    La liturgia de la Fiesta de las Tiendas contenía plegarias por la lluvia, ver Zac 14,17, una conmemoración ritual del milagro del agua que simbolizaba el don de la Torá, Ex 17 y passini; ver 1 Cor 10,4 y las lecturas de profecías anunciando la fuente que debía regenerar a Sión, Is 12,3; Zac 14,8; Ez 47,1s. La frase citada no corresponde exactamente a ningún verso de la Escritura pero se puede pensar en un conjunto de asociaciones: «de su seno correrán ríos», ver Ex 17,6; Sal 78,16 .20, y los targumin correspondientes; "de agua viva", ver Zac 14,8: «aquel día manarán de Jerusalén aguas vivas».

 

 

 

 

 

 

7,39 

    El agua es símbolo del Espíritu, y no ya de la Palabra, 4,14+, como en Is 44,3-4, ver Ez 38,25-27. Pero, lo mismo que la Sabiduría, es el Espíritu el que permite conocer la voluntad de Dios, Sb 9,17-18.

 

 

 

 

 

 

7,42 

    La gente pensaba que Jesús era originario de Nazaret, en Galilea, 1,46.

 

 

 

 

 

 

7,53 

    Esta perícopa, 7,53-8,11, omitida por los testigos más antiguos (mss, versiones y Padres), y desplazada por otros, con estilo de colorido sinóptico, no puede ser del mismo San Juan. Pudiera atribuirse a San Lucas, ver Lc 21,38+. Su canonicidad, su carácter inspirado y su valor histórico están fuera de discusión.

 

 

 

 

 

 

8,6 

    Queda oscuro el sentido de este gesto.

 

 

 

 

 

 

8,12

    El tema de la luz se desarrolla en el NT siguiendo tres líneas principales, más o menos distintas. 1.-Así como el sol ilumina el camino, así es "luz" todo el que ilumina el camino hacia Dios: antes la Ley, la Sabiduría y la Palabra de Dios, Qo 2,13; Pr 4,18-19; 6,23; Sal 119 .105; ahora Cristo, Jn 1,9; 9,1-39: 12,35; 1 Jn 2, 8-11; ver Mt 17,2; 2 Co 4,6, comparable a la Nube luminosa del Éxodo, Jn 8,12; ver Ex 13,21s; Sb 18,3s; y finalmente, cualquier cristiano que manifiesta a Dios a los ojos del mundo, Mt 5,14-16; Lc 8,16; Rm 2,19; Flp 2,15; Ap 21,24. 2.-La luz es símbolo de la vida, la felicidad y la alegría; las tinieblas, símbolo de la muerte, la desgracia y las lágrimas, Jb 30,26;Is 45,7; ver Sal 17,15+; a las tinieblas del cautiverio se contrapone, pues, la luz de la liberación y de la salvación mesiánica,. Is 8,22 -9,1; Mt 4,16; Lc 1,79; Rm 13,11-12, que alcanza incluso a las naciones paganas, Lc 2,32; Hch 13,47, por Cristo Luz, Jn (textos arriba citados); Ef 5,14, para consumarse en el Reino de los Cielos, Mt 8,12; 22,13; 25,30; Ap 22,5; ver 21,3-4. 3.-El dualismo «luz-tinieblas», viene a caracterizar los dos mundos opuestos del Bien y del Mal (ver los textos esenios de Qumrán). De este modo, en el NT aparecen dos «imperios», bajo la dominación respectiva de Cristo y de Satán, 2 Co 6,14-15; Col 1,12-13; Hch 26,18; 1 P 2,9, tratando uno de vencer al otro, Lc 22,53; Jn 13,27-30. Los hombres se dividen en «hijos de luz» e «hijos de tinieblas», Lc 16,8; 1 Ts 5,4-5; Ef 5,7-8; Jn 12,36, según que vivan bajo la influencia de la luz (Cristo) o de las tinieblas (Satán), Mt 6,23; 1 Ts 5,4s; 1 Jn 1,6-7; 2,9-10, y se les reconoce por sus obras, Rm 13,12-14; Ef 5,8-11. Esta separación (juicio) entre los hombres se ha manifestado con la venida de la Luz, que obliga a cada cual a pronunciarse en pro o en contra de ella, Jn 3,19-21; 7,7; 9,39; 12,46; ver Ef 5,12-13. La perspectiva es optimista: un día, las tinieblas deberán desaparecer ante la luz, Jn 1,5; 1 Jn 2,8; Rm 13,12.

 

 

 

 

 

 

8,14 

    Fórmula bíblica, Gn 16,8; Jc 19,17, con la que se preguntaba a un extranjero su identidad, es decir a qué tribu pertenecía. Los fariseos ignoran la verdadera identidad de Jesús; pero él la conoce, él sabe que es el Unigénito del Padre, 1,18+.

 

 

 

 

 

 

8,15 (a) 

    Los fariseos (v. 14) juzgan a Jesús por la apariencia, que es la de un hombre corriente, «en la carne no ven resplandecer la gloria del Hijo de Dios» (San Agustín). La continuación del discurso de Jesús se lee en el v. 18. Los vv. 15b-17 introducen un tema diferente en el que el verbo «juzgar» cobra un sentido jurídico que no tiene en el v. 15a.

 

 

 

 

 

 

8,15 (b) 

    Es decir, «condeno», según el uso semítico de la palabra.

 

 

 

 

 

 

8,21 

    Rechazando a Jesús, los judíos se pierden sin esperanza; pecan contra la verdad, vv. 40 .45s. Es el pecado contra el Espíritu, Mt 12,31p. Ver Jn 7,34+.

 

 

 

 

 

 

8,24 

    Fórmula que se repite en el v. 28 y en 13,19, ver 8,58; 6,20+; 18,6+; se inspira en Is 43,10s, ver Is 45,18; Dt 32,3 .9, texto que alude al Nombre divino revelado a Moisés según Ex 3,14. La elevación del Hijo del hombre (en la cruz, y luego a la gloria del Padre: 12,33+) revelará su origen divino, 8,28. Por no reconocerlo, los judíos que se nieguen a creer morirán en sus pecados como en otro tiempo los hebreos en el desierto, 3,14+. 

 

 

 

 

 

8,25. 

    Texto muy difícil, diversamente traducido: «Ante todo, ¿por qué os hablo?»; «¿Por qué habría de hablaros?»; «Desde un principio lo que os digo»; «Absolutamente lo que os digo». Nuestra traducción conserva el matiz temporal que prepara el «entonces» del v. 28: los judíos tienen ocasión ahora de conocer a Jesús por su palabra; cuando lo conozcan «levantado» será demasiado tarde.-La traducción de la Vulg.: "(Yo soy) el Principio" yo, "que os hablo» es gramaticalmente insostenible.

 

 

 

 

 

 

8,28 

    Para el sentido de esta expresión, ver 8,24+. En lo que sigue del v. 28 y en el v. 29 Jesús se presenta como el nuevo Moisés apropiándose expresiones dichas primero de Moisés: Nm 16,28; Ex 4,12 y 3,12; ver Ex 15,26.

 

 

 

 

 

 

8,32 

    La verdad es la expresión de la voluntad de Dios sobre el hombre, tal como nos ha sido transmitida por Cristo, 8,40 .45; 17,17. Nosotros la «conocemos» en el sentido (semítico) de que permanece en nosotros, 2 Jn 1-2, como un principio de vida moral: «andamos» (= vivimos) según sus directrices, 3 Jn 3-4; Sal 86,11; «hacemos la verdad», 3,21; 1 Jn 1,6; ver Tb 4,6, es decir obramos conforme a lo que ella exige de nosotros. Se contrapone, pues al «mundo», 1,9+, como una especie de clima ético; los que son «del mundo» no pueden sino odiarla, 15,19; 17,14-16, los que son «de la verdad» obedecen al mensaje de amor que Cristo nos ha transmitido de parte de Dios, 18,37; 1 Jn 3,18-19. Y son santificados por la verdad lo mismo que por la palabra de Cristo, 17,17; 15,3. Por cuanto esta verdad se nos da por Cristo, éste puede afirmar que él es la Verdad que nos conduce al Padre, 14,6+, del mismo modo que, después de su retomo junto al Padre, será el Espíritu el que, guiándonos hacia la verdad completa, 16,13, será la Verdad, 1 Jn 5,6, o el Espíritu de verdad, 14,17+.

 

 

 

 

 

 

8,34 

    Porque, siendo «del mundo», está sujeto al Príncipe de este mundo, 12,31+, que le domina, 1 Jn 5,19. Obedece a los dictados del diablo, el cual vive, no en la verdad, sino ,en la mentira, 8,44. -Adic.: «del pecado», por influencia de Rm 6,16 .20.

 

 

 

 

 

 

8,35 

    Alusión al relato de Gn 21,10. Hasta los hijos de Abrahán pueden ser esclavos y, en razón de ello, verse privados de la herencia prometida por Dios (ver Ga 4,30-31; Mt 3,9).

 

 

 

 

 

 

8,37 

    La violenta requisitoria que sigue hasta el fin del capítulo, se dirige a las autoridades judías, hostiles a Jesús, y no «a los judíos que habían creído» en Jesús, 8,31; ver 1,19+, como supone el texto actual del evangelio. El nexo, fáctico, entre las dos secuencias lo constituye el tema de los judíos salidos de Abrahán, vv. 33 y 39.- Tampoco la continuación es homogénea; los vv, 37-39 son un duplicado de los vv, 40-42, comparar: vv. 37b y 40a; 38 y 40b-41a; 39a y 41b; 39b y 42a. Un mismo tema se ha desarrollado en las tradiciones joánicas en dos direcciones diferentes: por cuanto los judíos quieren matar a Jesús, no son de la descendencia de Abrahán, no son de la descendencia de Dios.

 

 

 

 

 

 

8,41 

    La prostitución designa entre los profetas la infidelidad religiosa, ver Os 1,2+. Los judíos, pues, hacen aquí protestas de su fidelidad al Dios de la alianza.

 

 

 

 

 

 

8,43 

    Por hallarse bajo la dependencia del diablo, el enemigo de la verdad. Ver 18,37.

 

 

 

 

 

 

8,44 (a) 

    Var.: «no estaba fundado».

 

 

 

 

 

 

8,44 (b) 

    O: «padre del mentiroso». -La mentira, al contrario de la palabra, 1,1+,y de la verdad, 8,32+, está unida a la nada y al mal, ver Rm 1,25; 2 Ts 2,9-12; etc. Los judíos que rechazan la verdad de Jesús, v. 40; ver 1 P 2,22, están sometidos al jefe de todos los enemigos de esta verdad, ver 12,31+; 13,2+; 1 Jn 2,14.

 

 

 

 

 

 

8,46

     Es decir:  infiel a Dios en la misión de él recibida.

 

 

 

 

 

 

8,56 (a) 

    El acontecimiento de la venida de Jesús. También aquí se apropia Jesús una expresión reservada a Dios en el AT: el «Día de Yahvé», ver Am 5,18+.

 

 

 

 

 

 

8,56 (b)

    Abrahán vio el «Día» de Jesús (como Isaías «vio su gloria», 12,41), «de lejos», ver Hb 11,13; Nm 24,17, en un acontecimiento profético: el nacimiento de Isaac, que provocó la «risa» de Abrahán, Gn 17,17+. Jesús se declara el verdadero objeto de la promesa hecha a Abrahán, la verdadera causa de su alegría, el Isaac espiritual. Ver Gn 12+.

 

 

 

 

 

 

8,59 

    La pretensión de Jesús de poseer un modo divino de existencia es a los ojos de los judíos una blasfemia, merecedora de lapidación, Lv 24,16.

 

 

 

 

 

 

9,3 

    Los «signos», ver 2,11+.

 

 

 

 

 

 

9,4 (a) 

    Var.: «Tengo».

 

 

 

 

 

 

9,4 (b) 

    La vida de Jesús es como un día de trabajo, 5,17, que concluye con la noche de la muerte. Ver Lc 13,32.

 

 

 

 

 

 

9,5 

    Esta declaración da por anticipado el sentido del milagro, ver 9,37.

 

 

 

 

 

 

9,7 

    De ella se sacaba el agua, símbolo de las bendiciones mesiánicas, durante la fiesta de las Tiendas. En lo sucesivo las bendiciones vienen de Jesús. -«Enviado»: uno de los títulos de Jesús, característicos de Jn, ver 4,34+.

 

 

 

 

 

 

9,14 

    Trabajo prohibido en sábado.

 

 

 

 

 

 

9,18 

    Var.: «que aquel hombre hubiera sido ciego y hubiera recobrado la vista».

 

 

 

 

 

 

9,21 

    Om.: «Preguntadle».

 

 

 

 

 

 

9,24 

    Fórmula bíblica para conjurar a alguien a que diga la verdad y repare una ofensa hecha a la majestad divina, ver Jos 7,19; 1 S 6,5.

 

 

 

 

 

 

9,32 

    El milagro del ciego de nacimiento es probablemente para el evangelista un símbolo del bautismo, nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu, 3,3-7. Las analogías entre 3,1-21 y 9 son muchas.

 

 

 

 

 

 

9,38 

    Om, de todo el v. 38 y del comienzo del v. 39.

 

 

 

 

 

 

9,39 

    Los presuntuosos, que se fían de sus propias luces, ver vv. 24 .29 .34, en contraposición a los humildes, cuyo tipo es el ciego. Ver Dt 29,3; Is 6,9s: Jr 5,21; Ez 12,2.

 

 

 

 

 

 

 

10,3 

    0 bien: «a cada una por su nombre».

 

 

 

 

 

 

10,6 

    A los fariseos cegados, 9,40. No comprenden que la parábola se dirige a ellos.

 

 

 

 

 

 

10,7 

    Que da acceso a las ovejas. Para regir legítimamente el rebaño, hay que pasar por Jesús, 21,15-17. 

 

 

 

 

 

 

10,8 

    Om.: «delante de mí».-Probablemente se trata de los fariseos, ver Mt 23,1-36: Lc 11,39-52 y Mt 9,36; Mc 6,34.

 

 

 

 

 

 

10,10 

    La vida eterna, la da Jesús, 3,16 .36; 5,40; 6,33 .35 .48 .51; 14,6; 20,31, y con magnificencia, ver Ap 7,17; Mt 25,29; Lc 6,38.

 

 

 

 

 

 

10,11 

    Dios, también él pastor de su pueblo, debía darle, en los tiempos mesiánicos, un pastor elegido por él, ver Ez 34+. Al declararse el buen pastor, Jesús plantea una reivindicación mesiánica.

 

 

 

 

 

 

10,14 

    En la Biblia, ver Os 2,2+, el «conocimiento», no procede de una actividad puramente intelectual, sino de una «experiencia», de una presencia (comparar Jn 10,14-15 y 14,20; 17,21-22; ver 14,17; 17,3; 2 Jn 1-2); acaba necesariamente en el amor, ver Os 6,6+ y 1 Jn 1,3+.

 

 

 

 

 

 

10,16 (a) 

    Es decir, agregarlas al rebaño que Jesús «conduce» a la vida eterna.

 

 

 

 

 

 

10,16 (b) 

    Var.: «un solo redil».

 

 

 

 

 

 

10,18 

    Cristo tiene la vida en sí mismo, 3,35+, y nadie puede quitársela, 7,30 .44; 8,20; 10,39; la da libremente, 10,18; 14,30; 19,11; de ahí esa serena majestad, esa plena libertad ante la muerte, 12,27; 13,1-3; 17,19; 18,4-6; 19,28.

 

 

 

 

 

 

10,22 

    Para Juan, no hubo proceso de Jesús ante el Sanedrín antes de ser entregado a Pilato, ver 18,31. Así pues, aquí traspone los datos; ver 10,24b-25a y Lc 22,67; 10,36 y Lc 22,70; 10,33 y Mc 14,64. Efectivamente el Sanedrín se reunirá y decidirá la muerte de Jesús, pero mucho antes del arresto de éste y en su ausencia, 11,47-53. Según Lc, el Sanedrín habría condenado a Jesús a muerte por haber blasfemado diciéndose «Hijo de Dios», Lc 22,70; ver Mt 26,64-66; Mc 14,62-64. Juan critica semejante acusación probando, según la Escritura, que esta afirmación en modo alguno constituía una blasfemia, 10,33-36; ver 1,18+.

 

 

 

 

 

 

 

10,24 

    Y no con el enigmático lenguaje de las parábolas, ver v. 6; 16,25 .29. De una manera más apremiante que en 2,18; 5,16; 6,30; 8,25, los judíos plantean a Jesús la cuestión mesiánica que el sumo sacerdote plantea en los evangelios sinópticos antes de la Pasión, Mt 26,63p.

 

 

 

 

 

 

10,25 

    Las anteriores declaraciones de Jesús lo designaban bastante claramente como el enviado de Dios, 4,34+.

 

 

 

 

 

 

10,26 

    Para creer a Jesús hay que sintonizar interiormente con él: "ser de arriba", 8,23, «de Dios», 8,47, «de la verdad», 8,37, ser de sus ovejas, 10,14. La fe supone una afinidad espiritual con la verdad, 3,17-21. Ver Hch 13,48+; Rm 8,29s.

 

 

 

 

 

 

10,29 (a) 

    Var.: «Mi Padre, lo que me ha dado es más grande que todo» o «mi Padre, en lo que me ha dado, es más grande que todos».

 

 

 

 

 

 

10,29 (b) 

    Var.: «arrebatarlas».

 

 

 

 

 

 

10,30 

    Según el contexto, esta afirmación considera en primer lugar el poder común de Jesús y del Padre; pero, indeterminada adrede, deja entrever un misterio de unidad más amplio y más hondo. Los judíos no se engañan cuando en ello ven la pretensión de ser Dios, v. 33. Ver 1,1; 8,16 .29; 10,38; 14,9-10; 17,11 .21 y 2,11+.

 

 

 

 

 

 

10,34 

    Esta sentencia se dirige a los jueces, llamados «dioses» por metáfora en razón de su cargo, porque «el juicio es de Dios», Dt 1,17; 19,17; Ex 21,6; Sal 58. Con un argumento  a fortiori de tipo rabínico, Jesús va a deducir que no es procedente acusar de blasfemia cuando el, Santo y el Enviado de Dios se dice Hijo de Dios. En torno a este título de «Hijo de Dios», v. 36, ver 5,25; 11,4 .27; 20,17 .31, se va a decidir ahora la suerte de Jesús, ver 19,7. Ver Mt 4,3+.

 

 

 

 

 

 

10,39 (a) 

    Om.: «de nuevo».

 

 

 

 

 

 

10,39 (b) 

    En griego, la palabra «mano» está en singular; contraste irónico con los vv. 28-29.

 

 

 

 

 

 

11,1 

    Estas dos hermanas, que volverán a aparecer en ocasión de un banquete dado a Jesús, 12,1ss, son probablemente las mismas de las que habla Lc en 10,38-42. En los dos relatos, Marta es el ama de casa que cuida del servicio del banquete, Jn 12,2; Lc 10,40, mientras que María se sienta a los pies de Jesús, Jn 11,20; 12,3; Lc 10,39. Se advierte una tensión interna en el relato de Juan: en los vv. 1 y sobre todo 45, María parece el personaje principal. Pero a lo largo del relato, y especialmente en el v. 5, es María la que ocupa el primer lugar; en el v. 32, María no hace más que repetir las palabras pronunciadas por Marta en el v. 21.

 

 

 

 

 

 

11,2 

    Con toda probabilidad, no se trata de la pecadora de Lc 7,37.

 

 

 

 

 

 

11,4 

    Expresión de doble sentido: Jesús será glorificado por el milagro mismo, ver 1,14+; pero este milagro traerá, 11,46-54, su propia muerte, que será también su glorificación, 12,32+.

 

 

 

 

 

 

11,15 

    La muerte de Lázaro es la ocasión del milagro, que fortalecerá la fe de ellos.

 

 

 

 

 

 

11,16 

    Lit.: «condiscípulos». El texto usa aquí la palabra griega symmazetai, en vez de la habitual mazetai, «discípulos». Es el único caso en toda la Biblia.

 

 

 

 

 

 

11,21 

    Om.: «Señor».

 

 

 

 

 

 

11,22. 

    María confía en Jesús; pero se detiene, como en el umbral de una oración imposible.

 

 

 

 

 

 

11,25 (a) 

    Adic.: «y la vida».

 

 

 

 

 

 

11,25 (b) 

    En los vv. 23-26, Juan utiliza un procedimiento literario clásico en él, 2,19+, para dar una enseñanza sobre la resurrección. María entiende el verbo (v. 23) en el sentido de la escatología judía heredada de Daniel 12,2: a su muerte, el hombre baja al seol, Nm 16,33+, como una sombra privada de vida, pero resucitará en el último día. Jesús rectifica esta idea en el sentido de una escatología ya realizada: él mismo es la resurrección, v. 25. El que cree en él no morirá jamás, v. 26; ver 8,51, ha pasado ya de la muerte a la vida, 5,24; 1 Jn 3,14, ha resucitado ya en Cristo gracias a la vida nueva que hay en él, Rm 6,1-11; Col 2,12-13; 3,1.  La muerte tal como la concebía Daniel ha sido abolida. Esta visión nueva supone una distinción entre el alma, que no muere, y el cuerpo, que se corrompe en la tierra.

 

 

 

 

 

 

11,25 (c) 

    En los vv. 25-26, tenemos una nueva utilización de la fórmula «yo soy» para introducir una definición de Cristo,: 6,35+. Pero aquí, la respuesta de Cristo parece más compleja (confrontar con 8,12 por ejemplo), con una repetición redaccional constituida por la expresión «cree en mí». El texto primitivo debía de decir simplemente: "El que cree en mí () no morirá jamás". La experiencia humana parece contradecir esta afirmación (ver nota precedente), de ahí la glosa. 

 

 

 

 

 

11,27 

    Como para Natanael, 1,49, la expresión «Hijo de Dios» es un simple título mesiánico, 1,18+.

 

 

 

 

 

 

11,35 

    El evangelista emplea dos verbos diferentes: klaíein, «lamentarse», referido a María y a los judíos, 11,31 .33, y dakryein, «derramar lágrimas» (el único empleo en el NT) referido aquí a Jesús. Algunos ven en esto una alusión a la agonía de Jesús, ver Hb 5,7.

 

 

 

 

 

 

11,39 

    Este detalle se da para probar la realidad de la muerte, y por tanto la de la resurrección, ver 19,35.

 

 

 

 

 

 

11,44 

    Es inútil quizá preguntarse si era costumbre judía atar las manos y los pies de los muertos al sepultarlos. Juan quiere indicar que Lázaro ha sido librado de los lazos de la muerte: ¡desatadlo!, Sal 116,3; ver Sal 18,6; Hch 2,24.

 

 

 

 

 

 

11,48 

    Lit.: «nuestro lugar»: Jerusalén, o todo el país judío, o más probablemente el Lugar Santo por excelencia, el Templo, Mt 24,15. Ver Is 60,13; 2 M 1,29; 2,18; Hch 6,13.

 

 

 

 

 

 

11,52 

    Por su elevación en la cruz, Cristo atraerá hacia sí a todos los hombres porque, reconocido como el verdadero enviado de Dios, su enseñanza «de verdad» será aceptada por todos, 12,31+.

 

 

 

 

 

 

11,54 

    Efraín, 2 S 13,23, u Ofrá, Jos 18,23, es la actual et-Taiyibé, a 25 kms al NE de Jerusalén, en el límite del desierto de Judea.

 

 

 

 

 

 

11,55 (a) 

    Jn no dejará de subrayar la relación de la muerte de Jesús con la Pascua, 13,1; 18,28; 19,14 .42.

 

 

 

 

 

 

11,55 (b) 

    Om.: «antes de la Pascua».

 

 

 

 

 

 

12,1 

    Última semana de la vida pública de Jesús, tan detalladamente seguida, 12,12; 13,1; 18,28; 19,31, como la primera, 2,1+. Ver Introducción. Una y otra concluyen con la manifestación de la gloria de Jesús. Pero ya no nos hallamos como en Caná en tiempo de «signos», 2,4 .11; «ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre», 12,23; 13,31s; 17,1 .5.

 

 

 

 

 

 

12,7 

    Jesús ve en la acción de María un homenaje anticipado a su cadáver. A este acto simbólico corresponderá, 19,38s, el embalsamamiento efectivo de Jesús. 

 

 

 

 

 

12,13 

    El rey mesiánico.

 

 

 

 

 

 

12,20 

    No se trata de judíos, sino de adheridos al monoteísmo de Israel y, hasta cierto punto, a las observancias mosaicas: los «temerosos de Dios» de Hch 10,2+.

 

 

 

 

 

 

12,26 

    En la gloria del Padre, ver 14,3; 17,24.

 

 

 

 

 

 

12,27 

    Escena que en más de un rasgo evoca a Getsemaní: angustia ante la Hora que se acerca, llamamiento a la compasión del Padre, aceptación del sacrificio, consuelo venido del cielo (ver Lc). Nótese con todo dos diferencias: Cristo sigue de pie, su llamada a la compasión queda reducida a la lucha interior (Jn); «se pone de rodillas» (Lc); «cae rostro en tierra» (Mt, Mc). Ver Jn 18,4-6; 10,18+.

 

 

 

 

 

 

12,28 (a) 

    «tu Nombre» (var.: «a tu Hijo») designa a la misma persona del Padre. Jesús se ofrece a la muerte para que se cumpla la obra que glorificará al Padre manifestando su amor por el mundo, 17,6+.

 

 

 

 

 

 

12,28 (b) 

    El Nombre de Dios ha sido ya glorificado gracias a los «signos» realizados por Jesús, 11,4; y será glorificado por la ascensión de Cristo a la gloria, el «signo» por excelencia, 2,11+.

 

 

 

 

 

 

12,30 

    El acontecimiento es como un sello divino puesto por anticipado a la muerte de Jesús.

 

 

 

 

 

 

12,31 

    Como en Lc 10,18 y Ap 12,9; su caída contrasta con la elevación de Cristo, que debe entenderse en dos sentidos complementarios; elevación en la cruz y elevación a la derecha del Padre. El reinado de Satán sobre el mundo, 14,30; 16,11; 1 Jn 5,19, va a llegar a su fin para ceder el sitio al reinado de Cristo, Ap 12,9-10. Esta doble realeza debe ser entendida en una perspectiva ética. El diablo es mentiroso por naturaleza. Desde los orígenes ha engañado a la humanidad acerca de los mandamientos divinos, lo cual les ha costado la muerte; es, pues, homicida, 8,44b; Gn 3; Sb 2,24. Las autoridades judías que quieren matar a Jesús lo hacen por instigación del diablo, 8,44a, como lo hizo Caín, 1 Jn 3,12. Es el Príncipe de este mundo quien, por sus mentiras, es la causa de todos los desórdenes morales, ver Ef 2,1-3; 6,10-17; 2 Co 4,4. Su reinado es el del Mal y engendra la muerte. Por el contrario, Cristo fue enviado por Dios para decirnos la verdad, 8,45 (opuesto a 8,44), esa verdad que debe liberarnos de la esclavitud del diablo, 8,34+, porque nos hace saber claramente cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros, 8,32+. Ahora bien, será la elevación de Cristo la que nos proporcione el «signo» por excelencia que nos probará que él ha sido en efecto enviado por Dios, 2,11+; 3,14+, y que él nos trasmite sus palabras. Cristo entonces atraerá a sí a toda la humanidad, 12,32, en el sentido de que todos vendrán a él y recibirán su enseñanza, 6,35 .45; Is 55,1-3; Si 24,19- 22, que es, no de odio, sino de amor mutuo, 13,34-35; 1 Jn 3,11-12. El reinado de Cristo es el del Amor y engendra la vida, 12,49-50; 5,24; 8,51; 1 Jn 3,14-15.-Var.: «echado fuera».

 

 

 

 

 

 

12,32 

    Var.: «a todo hombre» o «todo».

 

 

 

 

 

 

12,33 

    Silos judíos hubieran ejecutado ellos mismos a Cristo, lo habrían lapidado después de «arrojarlo» desde lo alto de un lugar escarpado, Lc 4,29. Al ser ejecutado por los romanos, fue «elevado» en la cruz, primer paso que debía llevarlo a la derecha del Padre. El tipo de muerte que recibió Cristo tenía, por tanto, un valor de símbolo, 18,31-32.

 

 

 

 

 

 

12,34 

    Este dicho lo pronuncia Jesús en 3,14. Por ello, algunos proponen trasladar 12,34-36a después de 3,14-15, o 3,14-18.

 

 

 

 

 

 

12,35 

    Jesús exhorta a los judíos a que crean en él antes de que sea demasiado tarde, ver 7,34+.

 

 

 

 

 

 

12,36 

    Al negarse los judíos a creer en Jesús, 12,37, éste «se oculta» a fin de que no puedan encontrarle más, 1,39+.

 

 

 

 

 

 

12,41 

    «porque vio»; var.: «cuando vio».-Alusión a la visión de Isaías en el Templo, Is 6,1-4+, interpretada como una visión profética de la gloria de Cristo, ver 8,56+.

 

 

 

 

 

 

12,44 

    La sección 12,44-50 está fuera de contexto, después del gesto escénico de 12,36+. Esta sección desarrolla el mismo tema que 3,16-19, pero con una cristología más simple, centrada en el terna de Jesús nuevo Moisés: los vv. 47-50 desdoblan el texto de Dt 18,18-19 (con inversión de los temas), con lo que el v. 49a es un eco del texto de Nm 16,28, ver Jn 8,28-29+.

 

 

 

 

 

 

12,48 

    La expresión «el último día» parece haber sido añadida por el último redactor, 6,39+, Así pues, el verbo que precede debe traducirse en presente: «quien le juzgue», ver 3,18.