X. MARÍA Y LAS BIENAVENTURANZAS

P. Agustín Apaolaza o.s.b.

Monasterio benedictino de Estíbaliz

 

No quisiera terminar este retiro anual sin recordaros algo de la Virgen. Quisiera deciros que María ha sido una mujer que ha vivido plenamente las Bienaventuranzas. Ella es modelo y maestra en el camino de las Bienaventuranzas. Brevemente:

  • Ya en la Anunciación la respuesta de María es la de una pobre de espíritu: disponibilidad absoluta a los planes de Dios: “Hágase”.
  • En las bodas de Caná aparece como la primera que se interesa por los necesidades de los demás: amor a los esposos: “Haced lo que os diga”.
  • Al pie de la cruz aparece compartiendo con su hijo el sufrimiento: la persecución por la causa de la justicia, los  planes de Dios: actitud de silencio en el dolor.
  • En el cenáculo busca, tiene hambre y sed de la justicia. Quiere preparar la llegada del Espíritu para toda la Iglesia: oración comunitaria con todos los apóstoles.
  • Es la persona en la que ha brillado la pureza de corazón, el deseo de agradar a Dios en todo: un corazón indiviso.

Estas serían las actitudes que ha tenido María a lo largo de su vida. Y en el Cántico de Magnificat nos revela su gozo, su alegría interior, su bienaventuranza. Es una fe, un conocimiento gozoso de Dios que trasforma su vida. Creo que podríamos comentar brevemente este Cántico como conclusión de este retiro. Es un caso concreto en que podemos encontrar la vivencia de las Bienaventuranzas.

a. El Magnificat que canta María aparece en el Evangelio de S. Lucas como respuesta a las palabras de Isabel: “Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que  le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45). María es bienaventurada no porque va a pasarlo bien, o está pasándolo bien, sino por su fe, porque está realizando los planes de Dios. Su felicidad, su bienaventuranza, está basada  en la realización de los planes de Dios.

En el Magnificat expresa el gozo, su fe gozosa, su conocimiento gozoso de la salvación de Dios. Expresa su experiencia gozosa de la salvación de Dios.

b. ¿Cómo es ese conocimiento gozoso de Dios salvador? ¿Cómo expresa esa experiencia del Dios salvador? En la Anunciación la respuesta de María al ángel, ha sido una respuesta sencilla, con palabras sencillas: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Disponibilidad total a los planes de Dios. Tiene la osadía de dejar su vida en manos de Dios para lo que El quiera. Ahí reside el fundamento de su felicidad, de su bienaventuranza.

En el Magnificat expresa eso mismo empleando una fórmula lírica, después de haber madurado en su interior el acontecimiento de la concepción de Jesús en su seno. María ha profundizado la mano maravillosa de Dios en este acontecimiento. ¿Cómo expresa María la experiencia este descubrimiento gozoso de la salvación de Dios en la Encarnación de Jesús?

Llama a Dios SEÑOR: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. Este Señor es el Jahvé del AT. Podemos imaginarnos la resonancia que tendría este término en boca de María: la grandeza de Dios, su inmensidad, su majestad. María ha descubierto esta grandeza, y aquí está la base y la dimensión teológica de su bienaventuranza: la intervención salvadora  de Dios en la historia.

Al descubrir esta grandeza de Dios, ¿qué hace María? “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. María no empieza a explicar el hecho. No hace teología de esta grandeza, como hacemos nosotros. No hace más que proclamar la grandeza. Decir sencillamente: “El Señor es grande”.

Y María expresa también su relación con este Señor: ella es la esclava: “Dios ha mirado la humillación de su esclava” (Lc 1,48). Ella disponible: la dimensión antropológica de la bienaventuranza: pobre en el espíritu.

Otro título o atributo que da a Dios es MI SALVADOR “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador (47). Resuena ya aquí en nombre de Jesús (Mt 1,21). María canta la cercanía de ese Dios que ha descubierto. Siendo Dios se ha hecho amigo, que está cerca, que libera. Es un Dios que ama  salvando, liberando. Es otro aspecto de la interpretación  teológica de las Bienaventuranzas.

Ante la realidad de este Dios trascendente y amigo, grande y Salvador, ante este Dios que salva amando ¿qué hace María? Se alegra, y nada más. Toda la existencia de María se llena de alegría. La alegría de Dios que salva, llega hasta la profundidad de la vida de María. Tenemos la vida de María trasformada por la salvación gratuita de Dios. Es la Bienaventuranza de María.

Esta oración de María es algo que va más allá de las palabras, va más allá de la comprensión intelectual, racional. María se contenta con decir de alguna manera este encuentro suyo con Dios Salvador. No hay palabras que puedan expresar esta realidad, esta experiencia de María. La expresa con la alegría interior.

Otro título que da María a Dios  es DIOS MISECORDIOSO. Dos veces aparece Dios realizando su misericordia (50.54). Se dice que Dios se ha acordado de su misericordia, es decir, que no ha olvidado su promesa, ha sido fiel a la alianza. En la Encarnación de Jesús, María ha descubierto esta misericordia de Dios, esta fidelidad de Dios, y María la celebra con una actitud gozosa. Es su bienaventuranza.

Otro aspecto o título que ha descubierto María en Dios con esta ocasión es DIOS TODOPODEROSO (49). Hay que relacionar este título con Dios Salvador. Dios ha manifestado su fuerza salvadora. María reconoce que Dios “ha hecho obras grandes por mí” (49). Se refiere a las obras maravillosas que hizo Dios a la salida de Egipto. La liberación que se ha inaugurado en la Encarnación de Jesús no es menor que las maravillas que hizo Dios en la liberación de Egipto.

El Dios a quien celebra María no es un Dios abstracto, lejano, sino un Dios salvador, que tiene en cuenta las necesidades de los hombres. María se alegra, expresa su bienaventuranza, su gozo interior en presencia de este Dios. María es bienaventurada teniendo confianza  en ese Dios. No es que no tenga dificultades y oscuridades, pero puede confiar en ese Dios que dirige la historia, y ha enviado a su Hijo para salvar a la humanidad.

 

Conclusión.

1. Creo que es suficiente lo que hemos dicho de este Cántico de María para darnos cuenta cómo ha sido la bienaventuranza de María. Isabel ha declarado feliz a María por que ha creído. La fe es la razón de su felicidad, y no el éxito y el confort de la vida. Y S. Lucas nos dice que María ha sabido celebrar esta fe en la salvación de Dios, la fe en el misterio que se ha realizado en la Encarnación de Jesús. María era la que mejor nos podía decir lo que vivía. Subrayaría el carácter celebrativo de esta felicidad. Ahí es donde se ve la grandeza de esta persona. Ha sido capaz de descubrir la obra maravillosa de Dios en el acontecimiento de la Encarnación de Jesús, y ha sido capaz de celebrar esta obra. María se alegra y canta agradecida su felicidad. Es una bienaventuranza que se comunica.

2. Pienso que podemos pedir a ella al terminar este retiro anual, que nos enseñe  ese camino de la felicidad, de la bienaventuranza. Dice un escrito: “El ultimo fruto del Espíritu Santo con que el hombre se perfecciona interiormente es la alegría que nace de la presencia del objeto amado” (Giordano Cabra). También tenemos en el salmo 83,3 (Vulg): “Mi corazón y mi carne  retozan por el Dios vivo”. La bienaventuranza no es una conquista nuestra, sino el fruto del Espíritu Santo.