Las Bienaventuranzas

I. Introducción

 

1. Yo quisiera que el tema de reflexión y oración de esta semana fueran las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). La Biblia, como sabéis, se puede leer de diversas maneras. Se la puede leer para conocer la historia de las religiones (hebrea, cristiana); se la puede leer para concretar su contenido desde un estudio filológico, como se hace en las facultades de teología; se la puede leer haciendo exégesis para sacar conclusiones doctrinales. Nosotros vamos a intentar leer las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12) siguiendo el método de la lectio divina. Ya sabéis, y no es necesario que yo insista en esto, que el método de la lectio divina no excluye los demás métodos, sino que los supone y los complementa. Su objetivo principal es llevarnos a la oración y a la contemplación.

Según este método, la Escritura es considerada como una persona que nos interpela, nos hace preguntas, y que espera respuesta. Decía Orígenes que las palabras de la Biblia no son sino palabras de amor que el Esposo (Jesús) intercambia con su Esposa (la Iglesia). (I.Gargano, Iniciación a la lectio divina, p.13). Esto supone leer la Biblia con fe, es decir, teniendo en cuenta que a través de las palabras de la Biblia actúa el Espíritu Santo. Decía Orígenes que el Espíritu Santo está en la Escritura. Para el monje, la Escritura es algo así como para el creyente la Eucaristía. Pues, igual que bajo las especies del pan y del vino está presente el Señor resucitado, también el monje está convencido de que bajo el velo de la Sagrada Escritura está presente el Espíritu Santo (I. Gargano, p. 19).

 

2. Es importante, pues, descubrir que la Biblia es Palabra de Dios, llena del Espíritu renovador. Pero creo que también es importante dar un segundo paso: mirar a nuestro interior y descubrir que somos personas con una sed de felicidad. Nos damos cuenta de esto por poco que nos asomemos a nuestro interior: existe en nosotros como una fuerza motriz, la búsqueda de la felicidad:

El enfermo busca la felicidad en forma de salud

Los que están en guerra buscan la felicidad en forma de paz.

El que está en la cárcel desea ser liberado

El que tiene hambre desea la felicidad en forma de comida

Esta búsqueda de la felicidad es una experiencia vital en la vida de toda persona humana, también en la vida del monje (Prol 15-17). Tenemos que leer las Bienaventuranzas recordando que son Palabra de Dios, pero también desde esta experiencia humana del deseo de felicidad. ¿Dónde tiene su origen esta felicidad? ¿Quién me la puede conceder? ¿Qué tengo que hacer yo para ser feliz? ¿Ese deseo de felicidad que llevo, se limita al tiempo y horizonte de esta vida terrena, o mira más allá de esta vida?

Las Bienaventuranzas nos van a dar la respuesta a estas preguntas. Y podemos decir ya desde ahora que Dios quiere nuestra felicidad, que Dios sueña con nuestra salvación total. Todos estamos invitados a sentarnos en la mesa del Reino para lograr la felicidad plena. Jesús proclama la felicidad en la total dependencia de Dios: dichosos los pobres porque son personas capaces de abrirse a la riqueza de Dios, al tesoro de Dios, al consuelo-felicidad de Dios. Esto lo tenemos bien indicado en el Salmo 1,1-2: "Dichoso el hombre cuyo gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche". En la Biblia la felicidad no consiste en el bienestar material, en el placer material, en el hedonismo, sino en la dependencia de Dios, en la búsqueda de Dios.

S. Benito también quiere que la vida del monje/a sea una búsqueda de la felicidad desde el cumplimiento de la voluntad de Dios: "Quién es el hombre que quiere la vida y desea gozar días felices? ". Y si tú, al oírlo, respondes "Yo", dícete el Señor: "Si deseas gozar verdadera y perpetua vida, guarda tu lengua del mal, y no profieran tus labios dolo alguno. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella" (Prol 15-17).

Es la felicidad que viene de Dios. En esto, Jesús ha realizado plenamente este programa. El se ha abierto plenamente a la acción de Dios, y ha sido feliz, hasta lograr la felicidad plena de la resurrección. La felicidad del cristiano consiste en comulgar con El.

 

3. Siguiendo todavía en las premisas, ¿por qué he escogido este tema de las Bienaventuranzas? He leído el precioso libro que recoge conferencias y artículos del que fue Abad General Bernardo Olivera, Seguimiento, Comunión, misterio. Escritos de renovación monástica, Ed. Monte Casino, 2000. Habla del contexto de esta renovación, de las líneas inspiradoras y de los instrumentos de esta renovación. Y se pregunta: "Con qué instrumentos contamos? Ante todo y sobre todo, el Evangelio de nuestro Maestro y Señor Jesucristo... Solamente tomando por guía el Evangelio podemos seguir tras sus huellas hasta encontrarle cara a cara en su Reino. Se trata, claro está, de todo el Evangelio. No obstante es posible subrayar algunos textos. ¿Cuáles? Aquellos que siempre han sido fuente de inspiración y renovación de la vida consagrada. Es decir, esos textos radicales, paradójicos y exigentes que rompen con las formas ordinarias y corrientes de comportarse; esos textos que muestran lo inagotable de la vivencia evangélica.

Y si hay un texto que nos lleva a las mismas raíces de la enseñanza de Jesús, ese texto son las Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas mateanas presentan el retrato del verdadero discípulo, presentan el retrato del Maestro mismo, cuyas huellas hemos de seguir y cuyos sentimientos poseer. ¡Esto es imposible para los hombres, pero para Dios nada hay imposible!" (pág. 28-29).

Otro de los instrumentos con que contamos para la renovación de la vida monástica -nos dice el Abad Bernardo Olivera- es la Regla de S. Benito. Y es interesante cómo entiende la Regla de S. Benito: "La Regla de S. Benito es un instrumento aptísimo para concretar las exigencias evangélicas en clave monástica" (pág. 29). Mucho más que un código, la RB es una concreción del Evangelio: nos dice cómo debemos vivir las exigencias del Evangelio. Aunque sea brevemente, vamos a preguntar también a la RB cómo debemos vivir las Bienaventuranzas: el eco monástico de las Bienaventuranzas.

Aquí tenemos, pues, los dos instrumentos que utilizaremos esta semana para este retiro anual. Son instrumentos que ya conocéis. No pretendo deciros cosas nuevas, sino recordar, renovar, el fuego que llevamos ya dentro de nosotros. Pienso que el retiro anual es para profundizar, para dar un paso más en aquello que ya vivimos.

 

4. Las Bienaventuranzas, bien, -diréis- ¿pero no habría que tener en cuenta la situación que estamos viviendo hoy en las Comunidades por la disminución de vocaciones (aunque vosotras las tenéis), por el ambiente descristianizado de la sociedad, por los cambios tan rápidos que estamos viviendo en la Iglesia y la sociedad? A veces nos desanima la incertidumbre. No son fáciles los tiempos que nos ha tocado vivir, pero yo desearía que las Bienaventuranzas fueran una luz n este nuestro camino. La exhortación apostólica de Juan Pablo II tiene un párrafo interesante: "Levantaos, no tengáis miedo... La vocación a la vida consagrada -en el horizonte de toda vida cristiana-, a pasar de sus renuncias y pruebas, y más aún gracias a ellas, es camino de luz, sobre el que vela la mirada del Redentor: Levantaos, no tengáis miedo" (Vita consecrata, 40).

Continuando este mismo tema de la situación difícil actual de la Comunidades, hace poco leía un artículo que quisiera recordaros. Es del Cardenal Dannels cuando era primado de Bélgica, publicado en la Rev. Vies consacrées, El tiempo del exilio es tiempo de la ternura de Dios (1998, pág. 15-27). En este artículo el autor nos recuerda que lo que en este tiempo estamos viviendo es una prueba, y que debemos mirarlo con ojos de fe. Dice:

"Los historiadores se ocupan de este momento actual de la vida consagrada en el mundo, y recuerdan las etapas por las que ha pasado. Los sociólogos hablan también de ella, y dan las características de los jóvenes y de las jóvenes del día de hoy. Los teólogos también están interesados por ella, y descubren el perfil renovado de los ministerios ordenados y no ordenados. Todos se preocupan de la vida consagrada hoy día, y esto es bueno. Y todo el mundo tiene sus explicaciones y esto es bueno.

Pero hay otra mirada que debemos proyectar sobre la evolución de estos últimos tiempos: la mirada de fe. Es la comprensión de la fe que debemos proyectar hoy en día sobre la situación actual que estamos viviendo".

Y Dannels dice en ese artículo que lo que estamos viviendo es una prueba. Dice: "Cuando yo miro a mi alrededor y a mi propio corazón, cuando veo las vocaciones y su historia, las aventuras que hemos vivido los últimos treinta o cuarenta años, no puedo más que concluir que todo esto tiene sentido, y que este sentido es, sin duda, el de una prueba que Dios nos envía" (pág 15).

Dannels sigue reflexionando: "Si Dios envía una prueba, nunca es para mortificarnos, sino para nuestro bien. Y no es la primera vez que Dios envía, en la historia de la Iglesia, una prueba. El cautiverio de Babilonia es la prueba más conocida que nos cuenta la Biblia".

Dannels llega a afirmar una cosa que no llegamos a comprender fácilmente: "El cautiverio de Babilonia ha sido un tiempo en que Dios ha manifestado a su pueblo su ternura, su bondad" Y concluye: "Estoy convencido de que el tiempo que estamos viviendo es un tiempo en que nos mira con esa misma ternura".

¿Y dónde se manifiesta esta ternura? Dice: "En que nos hace descubrir mejor que antes la mano de Dios. Hace treinta o cuarenta años confiábamos mucho en nuestra eficacia. Teníamos los noviciados llenos: nos parecía normal que cada año hubiera novicios/as. Ahora Dios nos ha enseñado que no podemos confiar en la fuerza de los caballos y carros. Nos ha enseñado a confiar totalmente de El. Vamos aprendiendo, poco a poco, a renunciar al mito de la autosuficiencia espiritual. Esta educación es saludable, pero nos cuesta aceptar. Es el amor de Dios que va trabajando nuestras vidas".

 

5. Después de los rodeos que hemos dado en la periferia, vamos a acercarnos ya a las Bienaventuranzas. Ya sabéis que tenemos en los Evangelios dos redacciones de las Bienaventuranzas: S. Mateo 5,1-12 tiene nueve Bienaventuranzas, y S. Lucas 6,20-23, cuatro. Nosotros nos centramos en la redacción de Mateo. Recordar brevemente que todas tienen la misma estructura, por ejemplo, la primera (5,3):

Bienaventurados: estado de felicidad

¿Para quiénes? Para los pobres de espíritu. Es la condición

¿En qué consiste la Bienaventuranza? En el Reino de los cielos y sus variantes

¿Para cuándo esta felicidad? Empieza ya en este mundo, y tendrá su plenitud en la otra vida. Hay verbos en presente y también en futuro

Con esto empezamos ya a vislumbrar un poco el panorama de las Bienaventuranzas. Pero todavía podemos dar un paso más en esta introducción. ¿Qué interpretaciones se han dado o se dan de las Bienaventuranzas? J. Dupont en su obra voluminosa menciona tres interpretaciones:

La interpretación teocéntrica: centrada en Dios Padre. Leer e interpretar las Bienaventuranzas desde la promesa del Reino: De ellos es el Reino de los cielos. Las Bienaventuranzas son epifanía o manifestación del Padre, que es bueno y quiere hacer felices a todos los hombres y mujeres del mundo. La felicidad de que hablan las Bienaventuranzas es la que viene del Padre. Contienen en primer lugar la Buena Noticia del amor del Padre, que nos llama a la comunión con El y nos quiere comunicar su felicidad. Sería el kerygma, el anuncio del amor de Dios, fuente de toda felicidad y de todo bien.

La interpretación cristocénérica: centrada en Jesucristo. Leer e interpretar las Bienaventuranzas desde la misión mesiánica de Jesús, subrayando esta misión mesiánica. Lo que nos interesa aquí es la persona que las pronunció y las vivió en plenitud. Antes de pronunciarlas, El las ha vivido: El es el pobre, el manso, el misericordioso, el perseguido. El porvenir dichoso que prometen las Bienaventuranzas syfrha se ha hecho realidad, se ha hecho presente en la persona de Jesús. La dicha que prometen las Bienaventuranzas es la dicha de Jesús, a la que El ha llegado en plenitud después de la resurrección. Las Bienaventuranzas no se pueden entender sin esta dimensión cristológica, sin tener en cuenta la misión mesiánica de Jesús.

La interpretación antropocéntrica: centrada en el hombre. Leer e interpretar las Bienaventuranzas mirando en primer lugar las actitudes del hombre: qué han de hacer los hombres para entrar en el Reino y ser felices. Es la interpretación moralizante: las Bienaventuranzas suponen que ahora, en el presente, necesitan unas condiciones, necesitan un suelo donde echar raíces.

Estas tres interpretaciones se complementan: no podemos excluir ninguna de ellas. Pero ¿cuál de ellas es la más importante? J. Dupont no duda en afirmar que la más importante es la interpretación teocéntrica, y dedica un volumen entero a esta interpretación. Dice que lo primero es contemplar y asumir en la fe lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo: todo lo que supone el Reino de Dios manifestado en Cristo. Ahí está la fuente de la salvación y de la felicidad plena del hombre. La iniciativa de Dios Padre. Este sería el sentido de las Bienaventuranzas en la predicación de Jesús: manifestar el amor inmenso del Padre para con los pobres y necesitados. La felicidad, el sentido de la vida viene de estas disposiciones del Padre.

Pero hay que recordar en seguida que Jesús es el que ha revelado y realizado esta voluntad del Padre. Jesús proclama la Buena Noticia de Dios, y al mismo tiempo, la realiza en sus actuaciones. Es el que hace presente la felicidad que quiere el Padre para la humanidad. De ahí la dicha de los pobres y marginados. Se trata de participar en la obra de Cristo.

Pero pronto se han dado cuenta de que no basta decir: "Señor, Señor" para entrar en el Reino: es necesario que el hombre colabore, que "cumpla la voluntad del Padre" (Mt 7,21). Entonces empieza la catequesis que tenemos en Mateo: Hacen falta unas disposiciones, comportamientos, para vivir el don ofrecido por Dios Padre. En este sentido, cada una de las Bienaventuranzas se presenta como una llamada a la conversión.

 

6. Nosotros somos los destinatarios de las Bienaventuranzas. Recordemos que Mateo ha preparado la narración de las Bienaventuranzas con una pequeña introducción: "Al ver a la multitud, subió Jesús al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos" ( 5,1-2). También nosotros nos vamos a acercar a Jesús. Vamos a subir al monte. Hay sitio para cada uno de nosotros. Queremos dar un paso más en el seguimiento a Jesús. El monte en S. Mateo es importante: es el lugar de la manifestación de Jesús, el lugar donde ha comunicado su mensaje.

 

7. Finalmente tenemos que recordar que debemos invocar al Espíritu Santo. Es una premisa indispensable. Según los Padres, se necesita el don del Espíritu Santo para captar el sentido profundo de las Escrituras. Sabemos que es el Espíritu Santo quien ha inspirado las Escrituras, y el Espíritu conoce las profundidades de Dios. No podemos presumir penetrar las profundidades de Dios, si el Espíritu Santo no nos inicia en ellas. Por muchas técnicas que utilicemos, sin el don del Espíritu Santo, el libro de la Biblia estará cerrado para nosotros. Hay que pedir este don comunitariamente, en concordia. Recordaría aquí lo que dice un teólogo oriental: "Sin el Espíritu Santo, el Evangelio es letra muerta. Pero con El, Cristo resucitado está allí, y el Evangelio es potencia de vida" (Ignacio Lattaquié).

 

Conclusión

1. Creo que estos tres puntos son suficientes para que empecemos a leer las Bienaventuranzas, para tener una visión de conjunto:

- En primer lugar, considerarme dentro de esa muchedumbre que sigue a Jesús, y estoy con disposición de escucharle las Bienaventuranzas.

- Después, mirar la estructura y los temas centrales de las Bienaventuranzas: necesito unas disposiciones interiores, pero la fuente de la felicidad está en el amor de Dios manifestado en Cristo. Y también ¿esta felicidad para cuándo?

- En tercer lugar, mirarme a mí mismo, y decir: yo busco la felicidad, yo estoy hecho-hecha para la felicidad. Dios quiere mi felicidad en medio de dificultades y deficiencias / sufrimientos. Leer las Bienaventuranzas en este contexto.

2. Una anécdota: "Un filósofo y catedrático de la universidad de Münster (Alemania) se despedía ya de sus alumnos, en su última clase. Se jubilaba ya. Les dijo esto: Y si vosotros me preguntáis antes de irme, e irme definitivamente, si conozco una clave mágica que pueda abrirnos la puerta última que conduce a la sabiduría de la vida, a la bienaventuranza, yo os contestaría que sí. Y esta clave mágica no es la reflexión, como tal vez esperaríais oír de un filósofo, sino la oración. La oración entendida como entrega definitiva, le hace a uno tranquilo, objetivo. Yo pienso que un hombre se adentra más y más en el ámbito de la humanidad a medida que está mejor dispuesto para orar, con tal de que trate de auténtica oración. La oración caracteriza la humilitas última del espíritu. Las cosas grandes de la existencia sólo se conceden a los espíritus que oran. Pero aprender a orar donde mejor se hace es en el dolor" (A. Aparicio Rodríguez, Las bienaventuranzas en la vida religiosa, pág. 40).

3. Además de esta anécdota, que nos recuerda la oración como camino para la felicidad, quisiera recordaros lo que dice S. Benito de la vida monástica. La presenta también como camino de la felicidad. En el Prólogo pregunta el Señor a su obrero entre la muchedumbre del pueblo: "¿Quién es el que quiere la vida y desea gozar días felices?". Y si tú, al oírlo, respondieres: "Yo". Dícete el Señor.... (Pro 14-20). Toda la vida monástica S. Benito la considera como camino de felicidad, corno realización de la persona humana.

Aquí tenemos un campo de reflexión: cómo la vida monástica con todo lo que tiene de austeridad, de silencio, de separación, puede ser camino de felicidad. Y la respuesta es sencilla: porque es una vida orientada desde el Evangelio, porque es una vida de seguimiento a Cristo, porque es una vida en la que la presencia de Cristo se hace palpable a través de la fe. Es una vida en el Espíritu.

S. Benito presenta la cuaresma como el tiempo de gozo (gaudium) que viene del Espíritu Santo, preparando así la Pascua: "Cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida (RB, 49,6). Vamos a considerar las Bienaventuranzas como ese "gaudium" gozo del Espíritu, que nos prepara para la Pascua: Las Bienaventuranzas nos hacen participar del triunfo de la muerte y resurrección de Cristo. Somos el nuevo pueblo de Dios que camina hacia la liberación. Estos cuarenta días de la cuaresma son como la norma de la vida monástica, en la que el monje busca conservar la alegría del Espíritu, la alegría del deseo espiritual.