Dentro de tus llagas

Carta de cuaresma 2013
D. Edilio Mosteo, formador seminario de Zaragoza

 

 

Queridos amigos, queridos hermanos:

 

La celebración anual de la Santa Pascua de Nuestro Señor Jesucristo se avecina, alegrémonos todos, se acerca nuestra liberación y el tiempo de los amores, de su bendito amor crucificado y resucitado, de su alianza nueva y eterna, de la efusión maravillosa de su Espíritu. Ante el asombro de su amor incomparable, nos parece soñar. Que la lengua se llene de cantares. ¡Cómo vamos a entrar de mala gana en la santa Cuaresma, este tiempo de verdadera primavera para toda la Iglesia, para cada uno de nosotros! ¿Cómo vamos a dejar que pasen lánguidamente los días, viviendo en la tristeza de este mundo, en la melancolía, en la inercia del pecado?

 

Esta frase, dentro de tus llagas, escóndeme, acuñada por san Ignacio de Loyola, hoy suena antigua, demasiado poética, desmedida y subjetiva. Hoy suena a religiosamente incorrecta, piadosa, pero descomprometida con el hombre de nuestro tiempo, muy en la línea de la denostada “fuga mundi”. Yo no titulo así, este año, mi carta de cuaresma para provocar, sino porque la veo muy sugerente, muy definitoria…y porque amo las palabras que nos ha entregado la Iglesia que viene del pasado, la Iglesia que atraviesa los siglos, que no se agota en el presente, que tiene viejas raíces y un horizonte escatológico.

 

Os propongo, pues, este lema para cuaresma: Dentro de tus llagas. Sus llagas son la imagen visible, la marca, de la Pasión de Cristo, de su amor sufrido y sufriente, de su amor obediente al Padre y, a la vez, de su amor infinito a esta Humanidad que somos. Sus llagas perviven en su cuerpo resucitado. Son las marcas que le han quedado tras su tremendo combate por defender al Hombre contra el pecado, el sufrimiento y la muerte. Sus llagas son el lacre que certifica la autenticidad del amor divino en su cuerpo humano, su condición de Hijo de Dios e Hijo de Mujer…Decir “dentro” de sus llagas expresa la invitación a habitar en su amor crucificado y resucitado, el deseo de desgranar ya los días de nuestra vida terrena en el definitivo paisaje de su eterno amor.

 

El Señor ha dicho una cosa: Yo la voy a seducir. El Señor todo lo que dice lo hace; te va a seducir, te quiere seducir, desea tu amor…El Señor ha dicho una cosa; y dos cosas que he escuchado: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón (OSEAS 2,14). Dos cosas: desierto y su Palabra, soledad y tu corazón. Dios quiere estar a solas contigo, con cada persona. Sin este “a solas” con Dios, sin desiertos, la Cuaresma se desvanece, no conduce a nada, deja de ser espacio para la seducción de Dios. Dios tiene algo que decirte, tiene algo que decirte, tiene una palabra personal para ti, una palabra que pronunciará en la soledad, en el oído de tu corazón. Si vives desparramado en lo exterior, en el vagabundeo de tus sentidos, en la musiquilla de lo que te divierte, en la feria de las vanidades, en el carrusel de tus emociones, en la noria incesante del yo, si casi nunca estás “dentro”, callado, quieto ante la hondura de su mirada, sin otro libro delante, otro paisaje, que sus ojos, ¿cómo podrás escuchar su voz?

 

1.- El desierto cuaresmal, camino de regreso

El desierto cuaresmal, el “a solas con Dios”, es regresar a la fuente y origen de nuestra existencia personal, que no fue otro que el amor expansivo y creador de Dios. Escondernos en sus llagas de amor, dejarnos envolver en su amor llagado, dejarnos estrechar por él, que nos cubre y nos sostiene en la vida con su palma (confert: SALMO 138), es regresar a nuestra tierra natal.

 

2.- El desierto cuaresmal, camino de futuro

Andar por el desierto de soledad con Dios, escuchando su voz, comiendo el maná eucarístico bajado del cielo, conducidos por su Espíritu, por su amor tan herido por nosotros, es verdaderamente andar hacia el futuro definitivo que nos espera, pues sin Dios no hay más futuro que la muerte, el olvido, la nada.

 

3.- El desierto cuaresmal, camino interior

Andar a solas con Dios es un camino interior, un estado del alma, que se vive no sólo en los momentos formales de oración, sino en cualquier tarea o lugar, porque cuando se ha conocido su amor crucificado y resucitado, todo se vive ya “en sus llagas”. Juan de la Cruz escribe: …Ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio (JUAN DE LA CRUZ, Cántico). Amar, amarle, amar al que está al lado, al que pasa por nuestra vida, porque estamos llenos de la fuerza y el gozo misterioso de su amor, ése es ya nuestro oficio: amar no por porque somos bondadosos y educados; no para quedar bien. Amar aunque no se vea, amar aunque duela…amar desde el interior. Es un camino interior.

 

4.-El desierto cuaresmal, camino enamorado

Por todo ello, el desierto cuaresmal es un camino enamorado, vivido en la exultación o en el sufrimiento, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días y todas las noches de nuestra vida. El alma ya no quiere soltar ni soltarse de este amor infinitamente nuevo que ha encontrado (CANTAR DE LOS CANTARES 3,4), y su gozo supremo lo encuentra en la contemplación, en la adoración, en “sus llagas” de amor.

 

5.- El desierto cuaresmal, camino de oración

La oración no es la principal de las tareas, ni una obligación, sino “la respiración del alma”(SAN AGUSTÍN) . Sin ella nos morimos, pues Dios es nuestra vida; su amor vale más que la vida (SALMO 62). “Son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar” (TERESA DE JESÚS, I Moradas, 1,6). La oración la recibimos de Él, más allá de lo que decimos, experimentamos o conocemos sobre esta oración. El encuentro, el andar juntos de Dios y el hombre, acontece en el amor y la unidad del Espíritu Santo. La más alta intensidad de la oración nos la da el Señor en la comunión eucarística. El Santísimo Sacramento es memorial de su Pasión, como sus llagas.

 

6.- El desierto cuaresmal, camino de sobriedad

¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo ¿qué me importa la tierra? (SALMO 72). La sobriedad es el estilo cristiano. Cuando nos rodeamos de muchas cosas, cuando está muy ocupado el corazón por muchos afectos y deseos de cosas humanas, de cosas de la tierra, entonces debemos interpretar claramente que el amor llagado de Jesucristo no acaba de llenar nuestro corazón, que en él ocupan mucho sitio otras muchas cosas. Despenderse, despojarse, es lo propio del alma enamorada. La sobriedad en todo, la reducción de los caprichos, la negación de uno mismo, la abstinencia de muchas cosas, la limosna, la humildad…son señal clara del lugar que va ocupando su amor en nuestra vida. El desierto cuaresmal, como camino de sobriedad, puede ser vivido también en medio de las ciudades, en cualquier circunstancia familiar o social.

 

7.- El desierto cuaresmal, camino de Jerusalén

Jericó es la ciudad de los hombres, la más antigua ciudad de los hombres. Y Jerusalén simboliza la ciudad santa, la morada de Dios. La Cuaresma es subida a Jerusalén desde Jericó. Y, en el camino, siempre encontramos al hombre caído y maltratado, el hombre que sufre (confert; LUCAS 10,30).  Los verdaderos Discípulos no dan un rodeo, ni miran a otro lado, para evitar la atención y la ayuda al otro, como nos enseñó Jesús. El primer mandamiento del amor a Dios, a quien no vemos, anda siempre de la mano del segundo, semejante al primero: amará a tu prójimo, al que vemos a nuestro lado (MATEO 22,39). En la adoración de la Eucaristía, un Dios entregado por nosotros, cuyas llagas de amor no vemos, ejercitamos la mirada del ojo de la fe, para poder ver a Cristo llagado en el prójimo expoliado en el camino. Este doble y único amor es siempre el camino de la cuaresma y, en definitiva, el camino de la vida.

 

El hombre está herido de desamores, cansancios y olvidos…Dios tiene cinco heridas de tanto amar al mundo, de tanto amarnos. Con un amor que todavía dura, que durará siempre, con alianza eterna. Dios sigue queriendo atraernos, elevado sobre una cruz y malherido…o quizá “bienherido”, porque sus llagas nos han curado (1ª PEDRO 2,25).

 

Buen camino, hermanos. Contracorriente. Dentro de sus llagas. Seducidos por el Espíritu, por su asombroso e incomparable amor.

 

Cuaresma, camino de la Pascua 2013